FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - PARTE 5 - FINAL
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FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - PARTE 5 - FINAL
FABULAS DE LOS ESTUDIANTES – 5
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por Alejandra Correas Vázquez
FÁBULA TREINTA
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UNA REUNIÓN JUVENIL
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Afuera la tarde se obscurecía minuto a minuto. Luz fue hasta su cuarto y buscó ropa adecuada para una reunión juvenil. Colocóse un can-can rojo, luego una minifalda color rosa. Peinó sus largos cabellos obscuros atándolos con una cola de caballo, pero no quedó conforme. Hizo con ellos una trenza colgante. Luego retocó sus ojos verdes, con un lápiz también verde. Para los labios eligió un color rosa violeta. Unos aros grandes completaron su atuendo.
—“Se ha puesto linda la Niña Luz”— comentóle Juana que llegaba en ese momento de su visita dominguera, trayendo además a Marina
—“Tengo una reunión a las 21 hs, no le diga nada a la abuela que ya está acostada. No quiero que se aflija”— le contestó Luz
—“¿Tiene la niña quién la acompañe de regreso?”
—“Sí, duerma tranquila Juana, buenas noches”
Afuera la ciudad se movía presurosa. Sus habitantes deslizábanse por las calles a pesar de la penumbra que los iba envolviendo. Dueños de sus caminos, igual a un colmenar, avanzaban como un enjambre por sus corredores de siempre. Y entre ellos Luz. El asfalto la llevaba con lentitud pero sin pausa.
Finalmente halló la casa, cuya dirección tenía apuntada en un papel, con letra de Martín. Esperó un momento y tocó el timbre. Observó que la puerta estaba entreabierta y muchas voces se confundían, llegando desde su interior. Ninguna se callaría para abrirle. Comprendiéndolo, avanzó entre el bullicio y fue mezclándose con los demás jóvenes.
Cerca de la entrada un grupo la observó con rapidez. Más allá la saludaron, y con sorpresa Luz divisó a Jaime, quien hallábase acompañado por una joven rubia de minifalda. Otros se preguntaron entre sí quién sería. Ella era un rostro más en aquel conjunto.
—“Esta debe ser una reunión de estudiantes de ingeniería”— pensó Luz —“Al menos está bien iluminado”—se dijo, queriendo olvidar en aquellos momentos la obscuridad de la calles
En un extremo divisó a Martín, dialogando dentro de un grupo y rodeado por bellas damiselas estudiantas. Esta escena la sorprendió. No deseaba acercarse ni interrumpirlo. Pero pudo observarlo con detenimiento, como no solía hacerlo en la casa que ambos compartían. En ese momento dióse cuenta de que él era alto y de buenos hombros. Su cabellera rubia y ondeada, algo crecida, le daba una presencia elegante y resuelta. Luz comprendió divisándolo de lejos, que Martín tenía un fuerte atractivo en su entorno.
Luego de un rato, como presintiéndola, él volvió la cabeza y dirigióse de inmediato hacia ella:
—“¿Cuánto hace que me observas sin arrimarte?”— le expresó —“Pero al menos has venido”
La tomó del brazo conduciéndola hacia un asiento cercano a la ventana.
—“Aquí estaremos más tranquilos, aunque la sonoridad de las voces lo envuelve todo”— dijo Martín
—“Me parecía estar vagando por un paraje nuevo y desconocido”
Luz quiso mirar por la ventana, pero el escenario de la noche era sólo un manto negro
—“¿Y si así fuera? Que hayas llegado hasta aquí aceptando mi invitación, ya es algo inesperado”— comentóle él y dejó escapar una risa pequeña
Ambos se miraron con una curiosidad nueva. Allí eran distintos. Estaban muy cambiados de atuendo y de disposición. El volvió a hablarle:
—“¿Qué opinas Luz? Para buscarte he tenido que trasladar mi cita hacia una multitud de calles de distancia. Cuando nos vemos a diario y en la misma casa”
—“Quizás... vamos a conocernos recién ahora. Pero mañana continuaremos la rutina ¿Por qué me has elegido para compañera de esta noche y en medio de este bullicio?”— preguntóle ella
—“Sin duda una rareza o tal vez temor”— aceptó él —“¿A qué se debe esa pregunta?”
—“Es que te vi muy solicitado, rodeado de chicas. Allí están todas ellas mirándonos, y se hallan ahora disgustadas ahora conmigo ¿Temor? ¿A quién... a mí?”
—“Sí... Casi exactamente, un temor de varón que siempre existe ante una bella chica. No te preocupes por ellas, mi elección la defino yo”— aseguróle Martín
—“¿Y que otro temor tienes?”
—“Algo de debilidad frente a la hora de mi partida. Paso las horas meditando cuánto habré de añorar, lo que abandono ahora y dejo detrás mío... Y también como un niño revuelvo los rincones, sin encontrar ningún objeto para llevar conmigo”
El hablaba en realidad para sí mismo, pero estaba frente a Luz y no sentía temor en expresarse. Desde ese punto prosiguió:
—“Hoy día me incliné hacia la mascota intocable de mi abuela, y decidí invitarte. Durante semanas te he estado observando a lo lejos, aunque te supiera cerca y sola”
—“¿Te refieres a mí? ... ¡Yo no soy la mascota de nadie!”— gritó Luz
—“No le perteneces a nadie, es verdad. Pero mi hermano y mi primo hallan un compañerismo a tu lado que les endulza la vida. Ha sucedido desde tu llegada, y ellos giran alrededor tuyo”— aseguró Martín
—“Eso ya es distinto. Y lo acepto”
Volvieron a callarse, mirando hacia los participantes de aquella reunión de fin de curso. Todos estaban alegres, prontos a obtener sus diplomas y eufóricos por ello mismo. Llamaban a Martín quien hacíales una seña con la mano, para proseguir su diálogo con Luz.
—“Hace unas horas me pareció que todas las circunstancias me brindaban el momento que había aguardado. Pero tu demora en llegar me preocupaba. Has venido y ahora no estoy seguro de mis palabras. La razón porque te he llamado, yo la conozco bien, y quizás la guarde con un cerrojo”— calló él de repente
—“¿Puedo tener esa llave?”
—“Sí. Es una sola llave, y te la reservo para el día de mi partida”
—“Para mí es una situación triste toda despedida”— díjole ella —“Acepté venir a este lugar tal vez porque surgió de repente, sin causarme dolor. Ahora no puedo negarlo, vine muy contenta a buscarte ¿Y por qué admitiste esa condición tuya al invitarme, a pesar de mi compañerismo con los otros dos muchachos en la casa de la abuela?”
Hablaban sin mirarse, como en un diálogo hacia ellos mismos.
—“No sé Luz”
—“A mí, en cierta manera me alegra. Casi por orgullo... frente a esas compañeras tuyas tan hermosas y atildadas, que desde allí te llaman ¿Son ya ingenieras?”
—“No, casi arquitectas, es la profesión que más eligen las mujeres. Les falta la tesis. Pero hemos cursado juntos muchas materias”— le explicó Martín
—“Pienso que éste es el escenario de tu vida... y no el mío. Me siento aquí como una infante. La frescura de mi rama me decepciona”— confióle ella
—“Haces mal, Luz. Te he tratado en muchas oportunidades como a una niñita. Es verdad. Pero en la continuidad del diálogo te devolví el lugar de mujer. Esa frescura tuya, es posible que fuera lo que yo estoy buscando desde siempre. Después de todo soy un hombre”
Martín sonrió para él mismo y la miró al rostro recién entonces.
—“¡Y para buscar mi compañía has elegido la confusión de esta multitud!”— le indicó Luz señalando la juventud bulliciosa que los rodeaba
—“No, te equivocas. Te he buscado en forma personal”— contestóle él
Luz no estaba sorprendida. Estaba cautivada. De modo que ella hallábase dispuesta a continuar con aquel diálogo en medio de una fiesta. Entonces le dijo a Martín:
—“Te veo aleteando en un remanso propio, creado a tu gusto, donde el afecto es un sentimiento carente de fuego. Aceptas ese bosquejo de amor que te ofrecen esas bellas camaradas de curso a quienes acá veo, muy entusiasmadas con tu conquista pasajera... ¿Por qué?”
—“Es parte del juego estudiantil, y aquí se acaba esta noche. Por ello te he llamado, para darle fin”
—“¿No te han hecho feliz? ¿Cuántas veces estuviste en sus brazos? Todas aquellas vueltas que no llegabas de noche, volviendo al día siguiente”— reprochóle Luz
—“No tienes autoridad para preguntármelo. Al menos yo no te la otorgo”— contestóle Martín con firmeza
—“¿Enojado? ... Si mi presencia aquí te significa un reproche, puedo irme. La experiencia resultó frustrada”— expresó ella con altivez
—“No. He dado este paso buscándote, porque así lo deseaba. Dentro de unas pocas horas estarás libre de mí. Y de aquí a uno mes nos separará un continente y un océano. Mi recuerdo se habrá olvidado de tu mente”— le respondió él
Tomándola del brazo hizo que se levantara, diciéndole:
—“Vamos hacia el centro del movimiento. Para eso estamos aquí”
Se unieron a los otros en la algarabía. Las músicas se sucedían. Tonos fuertes y bajos. Por algunos momentos las rondas los separaron. Debieron bailar con los otros asistentes. Martín vióse rodeado de nuevo por sus arquitectas, que le demostraban sus atenciones. Jaime se acercó contento a Luz y la invitó a danzar con él.
El bullicio se calmó. La concurrencia dirigióse al jardín del fondo de la casa. Sonaron las guitarras. Caía el frío. Pero los jóvenes se cubrieron con sus abrigos y chales, sin apartarse del lugar. Aquello era para algunos su despedida, no sólo de la universidad, sino también de la ciudad universitaria que habíalos acogido durante sus años de estudio. Estaban al final de un tramo de sus vidas. Pese al aire que los iba envolviendo, los cambios climáticos de noviembre determinaban la cercanía del verano. Y ese jardín ofrecíales su aroma de flores y brotes nuevos.
Con el verano vendría la pausa. El nuevo año habría de recibirlos lejos ya de los recintos de estudios. Y en muchos de ellos, sería para siempre. Pero durante estos instantes de despedida entre compañeros, sus derroteros continuaban unidos. Hacia adelante el mundo habría de bifurcar sus sendas. Martín comprendía todo esto con una nostalgia presente, donde además advertía que iba a alejarse sin retorno de la casa de su abuela, tan cara para él en aquellos años que concluían.
Entonces se incorporó y fue a pulsar una guitarra. Cantó con ánimos entusiasmando al grupo asistente. Ofrendó sus coplas con una bella voz timbrada. Salieron de su pecho “La Cautiva” y “Córdoba de Antaño”, “Jardín Florido” y los temas del Chango Rodríguez. Luego llegó la inefable “Zamba de mi Esperanza” que todo el conjunto juvenil coreó a gusto. Las cuerdas emitían sus voces al aire. Recuerdos que más tarde se apagarían.
La noche no tenía estrellas. El viento silbaba en la calle. Martín ofreció su última copla y volvió a su lugar. Pero no halló a Luz entre el conjunto.
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FÁBULA TREINTIUNO
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JUGANDO A LAS ESCONDIDAS
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—“¡Luz!”
La sala adentro estaba en silencio y solitaria. El tocadiscos giraba vacío. El se acercó y apagó el botón.
—“¡Luz!”
Se introdujo por un corredor de la izquierda. La primera habitación estaba sin gente. La segunda con llave. En la tercera había una cama matrimonial de los dueños de casa, en la que se habían colocado una diversidad de objetos de los estudiantes. En un rincón estaba Luz ojeando un libro de fotos.
—“¿Luz ...juegas a las escondidas? ¿Por qué no me has contestado? ¿Es que no me oías mientras cantaba? Tal vez quisiste alejarte ¡Sé sincera! De todas maneras las calles están obscuras y será mejor que te acompañe de vuelta”
—“Escuché tu canto Martín y fue muy bueno. Pero estaba dedicado a tus compañeras, no hacía falta que yo estuviese allí compitiendo con ellas. No me aparté de improviso, sino después de advertirlo”— contestóle Luz
—“¡Asombroso!... No te habías fijado antes en mí, y ahora tienes celos ¡Vamos chiquita! Tu cabecita medita mucho, niñita mía, y no siempre lo hace bien. Es un peso duro y no te hace falta aún. La vida se encargará más delante de brindarte sus conocimientos. Déjame que yo te guíe”
—“¿Y si no quiero?”
—“Tampoco quieres que otra dama se me acerque, es sugestivo, y ello me alienta. Una copa de vino te sacará el frío. Voy a buscarla”
—“¡No!”— le interrumpió ella —“Con el que has bebido basta para los dos, yo no acostumbro y me haría daño”
—“Amiga mía, sabes bien que no puede hacerme daño, pues ya nos hemos habituado a ello en las peñas folclóricas, todos los estudiantes universitarios ¡Vamos! No te quedes aquí acurrucada como una criatura”
La tomó de los brazos obligándola a levantarse. Ella se opuso con disgusto, pero la energía del muchacho era mayor. El le dirigió entonces una mirada hacia el rostro diciéndole:
—“¿Por qué jugabas a las escondidas conmigo? ¿Has querido huirme? Sin embargo no tomaste la calle para irte, sólo deseabas que yo te buscara y aquí estoy ...¡Lejos de esas señoritas que tanto te impresionan!... Sí, Luz, estoy a tu lado ¿Es lo que querías verdad? Ellas han quedaron atrás mío y desde esta noche no las veré más. Fue mi despedida”
—“Muy generoso de tu parte”— expuso ella en reproche
—“Sólo te pedí tu presencia en esta noche final de mi curso. Mañana seremos otros. Profesionales. Pero ahora has roto el cristal que contenía la esfera. El cristal que me inhibía y puedo hablarte sinceramente”
—“No hace falta que me digas nada”— sostuvo ella
—“Me has comprendido bien. Pero mientras huyas tus caminos estarán cerrados, porque te espantan tus propios sentimientos. Sea quien sea, el beneficiario de ellos. No soy yo el que te causa temor, el abismo que sientes no es de integridad física. Eso lo has percibido siempre. Tu horror es entregar las horas de tu vida a otra persona”
Martín calló, mientras la observaba con algo de dulzura. Y luego continuó más calmo:
—“Perdona... si he reaccionado con demasiada violencia. Desde el primer momento no me fuiste indiferente. He sentido tu presencia y tu humanidad, desde tu arribo a casa de la abuela, como ninguno”
Ella continuaba observándolo muy callada, y algo orgullosa también como niña-mujer, de ser el centro de atención de un joven que era el centro de atención de otras mujeres. Todas ellas bellas y capacitadas. Martín se le acercó con una sonrisa dulce. La tomó de los hombros abrazándola con suavidad.
Luz se olvidó de sí misma por algunos instantes. Se abandonaba en los brazos de Martín en forma pasiva. El escenario de su alrededor parecía haberse esfumado. Pero la intensidad del bullicio en la fiesta llegaba hasta ellos, aunque sólo fuera en sordina. Ella estaba envuelta como en una nube de vapor, pero un grupo entusiasta recorría la casa buscándolos y llamando a Martín. Esta algarbía logró despertarla de su ensueño, haciéndola volver al lugar. Luz trató entonces de alejarlo con lentitud.
El grupo juvenil abrió la puerta y se acercó a ellos, de modo que debieron unirse al conjunto. Martín volvió a cantar, pero esta vez Luz habíase sentado a su lado. La noche transcurría en emociones y despedidas. Por fin llegaba la partida, la cual para aquellos estudiantes con siete años de convivencia, era un final anunciado y no deseado.
Salieron. La noche era muy obscura. Las casas habían cerrado sus ventanas. El grupo de jóvenes era grande y ocupaban toda la calle. Un vehículo aislado pasó cerca de ellos, arrojando sus ojos de luz a través del silencio de esa hora. Luz y Martín se hallaban a pocas cuadras de distancia de su casa. Luego entraron en las arterias bien iluminadas.
—“Mañana estarás libre de mí”— le dijo Martín depositándole un beso pequeño en el cuello
—“¿Y si no quiero?”— respondióle ella
La noche avanzaba. La urbe se habría hacia el centro citadino con sus anuncios multicolores, que hacían olvidar la ausencia de estrellas en el firmamento negro. Las luces de la calle semejaban a un día hecho de acrílico, pero construido por los hombres.
—“Entremos a casa, allí hablaremos...”— expresóle Martín
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FÁBULA TREINTIDOS
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FESTEJO EN EL DIXIE
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Noviembre anegó las calles cordobesas que corrían inundadas, por las lluvias de fin de mes. La Cañada recogía ese líquido marrón limpiándolas. Los estudiantes que vivían en casa de la abuela, terminaban sus clases en aquellos días. Todo el alumnado de esta ciudad pasaba por las mismas circunstancias Las chicas cruzaban esas calles sin zapatos ni can-can, desnudando su pies. Los muchachos arremangaban sus pantalones y llevando los zapatos en la mano llegaban hasta los domicilios, luego de pisar esas calles anegadas de aguas.
Este hecho climático y habitual sucede cada fin de noviembre, que coincide con el final del año lectivo. Todos están preparados, con paraguas y pilotos. Pero ello no alcanza para cruzar las calles con calzados.
Luz y Andrea concluían su Magisterio en el Carbó, con buenas notas, como era la exigencia en este riguroso colegio. Se hizo la ceremonia de entrega de diplomas, pero los padres de Luz no pudieron viajar por las tormentas serranas. De modo que fueron representados por los padres de Andrea, emocionados de tal encargo.
Esa mañana el Colegio Carbó estaba embanderado a todo fulgor, y lleno de flores blancas, con sus nuevas maestras también de uniforme blanco. Siempre hallábase presente ese delantal escolar muy blanco, que usaban las alumnas desde Jardín de Infantes. Fue muy emotivo para Luz, y muy aliviante para Andrea, quien deseaba librarse de tal responsabilidad. Un amplio público asistente rodeaba en el patio central toda la ceremonia. Mientras eran llamadas por sus nombres surgían aplausos, y algunas veces los asistentes vitoreaban esos nombres. Así pasó con Luz. Ella dio vueltas la cabeza y reconoció a Ramiro y Diego, muy felices de acompañarla. Pero le extrañó la ausencia de Martín.
A la salida, ya todo el ceremonial concluido, mientras las alumnas se reunían con amigos y padres bajo los inmensos portales de hierro de la entrada, Diego y Ramiro dijéronles a las dos chicas:
—“Esto ha sido muy importe y debemos festejarlo. Ya avisamos a Juana que no iremos a comer, pues invitamos a estas dos nuevas maestras al Dixie, para homenajearlas”
—“¡Sí... Yo encantada!”— gritó feliz Andrea
Era lo primero que a ella le interesaba, de todo lo sucedido en aquella mañana. Luz por el contrario estaba cabizbaja, sin sus padres y sin Martín, pero intentó no demostrarlo. De este modo los cuatro jóvenes salieron caminando y cantando en dirección al Dixie, ubicado a seis cuadras de allí. Esa mañana era de lujo, había sol.
Llegaron al coqueto comedor casi sin darse cuenta, debido a la euforia de los dos invitantes que contaban anécdotas muy alegres. En la puerta de entrada del Dixie recibieron un ticket por cada uno, y dirigiéronse al mostrador de comidas para elegir su plato, entre una gran oferta de ricas comidas. Los cocineros muy conocidos de ellos, felicitaron a las chicas y pidieron ver los diplomas. El ambiente era acogedor, moderno, muy bien decorado y lleno de jóvenes. Allí no se reunían familias. Consistía en un espacio largo y angosto, que llegaba hasta el corazón de manzana.
—“Ustedes niñas no entreguen sus tickets para ser marcados, pues ésta es nuestra invitación. Sólo se marcarán los nuestros”— díjoles Diego
Solicitaron su plato y el preferido de Luz era una carne al horno, muy adobada de especies, bañada en jugo. Luego alzaron cuatro bandejas y con ellas entraron al comedor. Funcionaba como un mesón colonial, con largas mesadas donde los clientes elegían su lugar colocándose junto a los otros comensales. Hallaron un espacio libre con cuatro sillas y se instalaron en ellas.
Muy buen apetito en todos. Muy sabroso el menú elegido.
—“¿Por qué no vino Martín?”— preguntó tímidamente Luz
—“Niña, debes acostumbrarte desde ya... Martín está en la Universidad presentando su Tesis ¿Te has olvidado? El y su grupo de Tesistas tenían este turno, no se puede modificar. Si esperas ser la compañera de vida de un ingeniero debes saber que cuando se derrumba una mina o un puente, él no podrá estar a tu lado para hacerte arrumacos”— contestóle Diego con seriedad
—“Vinimos en su reemplazo, para acompañarte, a pedido suyo. Esta noche te invitará sin duda al cine para ver una de esas difíciles películas europeas que a él le gustan tanto. Si no la entiendes nada, Martín te la explicará”— expresóle irónico Ramiro
—“Justo coincidimos en este mismo día”— respondióles ella
—“Estás añorando tu altar, la flor sutil en que te envuelves. Te espanta su energía de trabajo. Pero él es así, porque lo conozco bien, ya que es mi hermano”— intervino Ramiro —“Sin embargo si te detienes a percibirlo puedes oprimir entre tus manos su mensaje”
—“Es mi mejor deseo”
—“Sí, Luz, con sus luces y sombras. Lo reconozco. A su edad él ha bebido el zumo de muchas copas. Sin embargo puedes creerme, Martín no te ha llamado para arrebatarte la tuya, sino para compartirla. Y aquí está la hermosa Luz que otorga su compañía a cambio de ver regada su flor, su imagen ensalzada de preciosa joven, como un ideal imaginado, pero que no entrega la savia. Martín es diferente y sus brazos pueden darte un calor imperioso o exigente. Pero también te darán la vida de un hombre”— concluyó
—“Estás muy inspirado hoy, Ramiro, a ver... prueba conmigo”— le dijo Andrea
—“Contigo Andrea, es aún más difícil. Quizás todavía sueñes en un amor que te ofrezca su copla de romance a los pies de un ventanal. Una reja cubierta de enredaderas te protegerá de su presencia inmediata. Se arrimará hasta el borde para depositarte un beso en la superficie de tu mano. Tu ideal de amor puro”
—“¿Es un delito el romanticismo? ¡No Ramiro!”— insistió Andrea
—“¡Pero despierta! ¿Hacia dónde dirigirá las horas de su vida cuando acabe de brindarte aquella copla?... Hacia los refugios del mundo. Hacia la labranza, donde encuentre un cuarto para reposar o una mesa servida por manos de mujer ¿Quién será ésta? ¿La bella Andrea con sus cabellos sueltos al aire? ¿La de la estampa y la imagen? ... Querida mía te aprecias poco”
—“¿Qué me quieres decir?”
—“A pesar de lo que he dicho, no es mi intensión que te espantes de ti misma. Como el pajarito que descubre el pliegue de sus alas. Es otra cosa, el amor mismo. Tu esencia humana, Andrea, unida a otra existencia”
—“¡Basta! ... ¡Basta ya! ... Chicas y Muchachos, estamos aquí en un día feliz para festejar un buen éxito final ...¡Basta!”— gritó Diego
Y a partir de allí todo el resto del tiempo fue impregnado de festejos, en aquel día final donde dos jovencitas habían concluido el Magisterio en el Carbó.
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FÁBULA TREINTITRES
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DESPEDIDA EN NAVIDAD
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Luz había sido un regalo de Navidad, pues nació en esa fecha y ahora iba a festejar junto con su familia, sus 19 años. De este modo emprendió su viaje muy temprano a la mañana hacia la Terminal de Omnibus, llevando a la pequeña Marina como invitada para que jugara en la sierra junto a su hermanita Inés.
24 de Diciembre. A pesar de su luminosidad, aquél era un día melancólico. Ella se desarraigaba ahora de una casa que no era la suya, y a la cual desde ya, le dedicaba su nostalgia. No había tenido hermanos varones y en aquella casa adquirió tres. Sin descontar que Martín estaba ahora convertido en novio suyo, por escaso tiempo, pues en la primera semana de diciembre él partió hacia Alemania con una beca por dos años.
Pero Ramiro y Diego la acompañaban en este día de despedida, llevando su equipaje, a modo de hacer menos dolorosa la ausencia de aquél. La larga Terminal estaba cubierta de pasajeros y paseantes. Sus bares y comedores tenían parroquianos estables, que nunca viajaban.
Rostros permanentes que todos los viajeros aprenden a conocer, a tratar y a considerarlos como “los amigos de la Terminal”. Sus habitués. Un rito peculiar a cumplir, mientras que desde ese edificio se recorre el país entero de norte a sur, de este a oeste, dado que la provincia de Córdoba se halla en el centro de Argentina. La Terminal estaba aquel día víspera de Navidad, repleta de gente. Sus salidas hallábanse llenas de platicantes.
Para Luz, éste era un nuevo traslado, pues no conocía aún la casa de su padre en plena sierra. Era empezar otra vez. Su secundario había finalizado, tenía ya el título de maestra y con él, su asiento en la casona de la abuela concluía. La razón para vivir allí durante todo aquel año lectivo, llegaba a su fin. Sus imágenes apoderábanse de ella y la aprisionaban, llenas de recuerdos, antes de partir.
—“No te entristezcas Luz, cuando llegues al lado de tu padre, él te comunicará una sorpresa muy grata que tiene para ti”— díjole Ramiro
Subió al ómnibus y el rodado comenzó a avanzar por los caminos de la sierra. Apoyó la cara sobre la ventanilla, meditando. El monte estaba aún humedecido. El aire se iba purificando, mientras el sol hería la visión de los viajeros con su amalgama de colores. Marina fue durmiendo al lado suyo durante todo el viaje.
Cuando arribaron por fin, ella miró hacia la montaña, hacia el sauce, hacia el río cristalino... y pensó:
—“Desearía permanecer un tiempo largo en este escenario para absorber algo de su esencia”
—“¡Luz! ... ¡Aquí estamos!”— gritóle María Marta acompañada de su hermanita Inés
Las dos pequeñas criaturas se miraron largamente, desde muy cerca, pero sin hablarse. Luego fueron todas caminado desde la parada del ómnibus, hasta la casa, por un camino corto pero empinado. La pequeña Marina tomada de la mano de Luz, y la hermanita Inés prendida de la mano de su madre. Las pequeñas iban a ambos costados, se asomaban por curiosidad, y cuando cruzaban sus miradas volvían a esconderse.
—“Tu padre tiene una gran sorpresa para ti, no te adelanto nada, espero que él mismo te lo diga”— expresóle María Marta
—“¿Qué cosa podrá ser?”— pensó Luz para sí
El padre de Luz tardó en regresar del Hospital Regional donde era médico y director. La abrazó con gran efusión y luego sacó un sobre de su bolsillo, diciéndole:
—“Aquí tienes hija mía, mi regalo de cumpleaños y Navidad”
—“¿Qué es?”
—“Tu felicidad. Allí adentro hallarás un pasaje para Alemania, ya Martín se ha comunicado conmigo. Pasaremos juntos la Navidad, que es tu mismo cumpleaños, y el 6 de enero que es el día de Reyes estaremos todos en Córdoba en el Registro Civil, su hermano Ramiro firmará en nombre de él, y quedarán casados”
Luz no salía de la sorpresa.
—“La ceremonia religiosa se realizará allá, en Baviera, que es católica, en una capilla bonita que él ha elegido. Pero yo aquí, ya tengo listo tu vestido de novia, largo y todo en rosa como es el color que más te gusta. Te esperaremos con toda ilusión, hasta tu regreso, pues a tu edad dos años pasarán muy pronto”— le expresó cariñosa María Marta
El mediodía había comenzado pero el diálogo no se disipaba. Frente a ellos las dos criaturas comenzaron a jugar. Corrían. Iba naciendo entre ambas un diálogo armonioso, pero sin palabras. Se ubicaron en una misma piedra y una de ellas emitió el sonido de un pájaro, y a los minutos la otra niñita imitó. Después ambas entonaron un trino a dúo semejante e interminable.
—“Creo que todavía no se han cruzado ninguna palabra”— opinó María Marta
—“Pero se han comunicado profundamente”— señaló el padre
Durante la noche muchas estrellas decoraron el cielo por completo. La claridad de la luna iluminaba esos bordes ondulantes de la serranía. El murmullo de chicharras invadía la obscuridad. Un espectáculo lunar ofreció su esplendor plateado sobre las aguas del río. A la mañana siguiente salió el sol de la sierra y estaba radiante. Los pastos aún húmedos comenzaron a secarse. El agua corría velozmente entre las piedras. En la playa brillaba una arena dorada.
—“Tomaré mi último baño de sol ...por un tiempo largo”— dijo Luz y expuso su piel al sol, luciendo un rosado bikini
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por Alejandra Correas Vázquez
FÁBULA TREINTA
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UNA REUNIÓN JUVENIL
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Afuera la tarde se obscurecía minuto a minuto. Luz fue hasta su cuarto y buscó ropa adecuada para una reunión juvenil. Colocóse un can-can rojo, luego una minifalda color rosa. Peinó sus largos cabellos obscuros atándolos con una cola de caballo, pero no quedó conforme. Hizo con ellos una trenza colgante. Luego retocó sus ojos verdes, con un lápiz también verde. Para los labios eligió un color rosa violeta. Unos aros grandes completaron su atuendo.
—“Se ha puesto linda la Niña Luz”— comentóle Juana que llegaba en ese momento de su visita dominguera, trayendo además a Marina
—“Tengo una reunión a las 21 hs, no le diga nada a la abuela que ya está acostada. No quiero que se aflija”— le contestó Luz
—“¿Tiene la niña quién la acompañe de regreso?”
—“Sí, duerma tranquila Juana, buenas noches”
Afuera la ciudad se movía presurosa. Sus habitantes deslizábanse por las calles a pesar de la penumbra que los iba envolviendo. Dueños de sus caminos, igual a un colmenar, avanzaban como un enjambre por sus corredores de siempre. Y entre ellos Luz. El asfalto la llevaba con lentitud pero sin pausa.
Finalmente halló la casa, cuya dirección tenía apuntada en un papel, con letra de Martín. Esperó un momento y tocó el timbre. Observó que la puerta estaba entreabierta y muchas voces se confundían, llegando desde su interior. Ninguna se callaría para abrirle. Comprendiéndolo, avanzó entre el bullicio y fue mezclándose con los demás jóvenes.
Cerca de la entrada un grupo la observó con rapidez. Más allá la saludaron, y con sorpresa Luz divisó a Jaime, quien hallábase acompañado por una joven rubia de minifalda. Otros se preguntaron entre sí quién sería. Ella era un rostro más en aquel conjunto.
—“Esta debe ser una reunión de estudiantes de ingeniería”— pensó Luz —“Al menos está bien iluminado”—se dijo, queriendo olvidar en aquellos momentos la obscuridad de la calles
En un extremo divisó a Martín, dialogando dentro de un grupo y rodeado por bellas damiselas estudiantas. Esta escena la sorprendió. No deseaba acercarse ni interrumpirlo. Pero pudo observarlo con detenimiento, como no solía hacerlo en la casa que ambos compartían. En ese momento dióse cuenta de que él era alto y de buenos hombros. Su cabellera rubia y ondeada, algo crecida, le daba una presencia elegante y resuelta. Luz comprendió divisándolo de lejos, que Martín tenía un fuerte atractivo en su entorno.
Luego de un rato, como presintiéndola, él volvió la cabeza y dirigióse de inmediato hacia ella:
—“¿Cuánto hace que me observas sin arrimarte?”— le expresó —“Pero al menos has venido”
La tomó del brazo conduciéndola hacia un asiento cercano a la ventana.
—“Aquí estaremos más tranquilos, aunque la sonoridad de las voces lo envuelve todo”— dijo Martín
—“Me parecía estar vagando por un paraje nuevo y desconocido”
Luz quiso mirar por la ventana, pero el escenario de la noche era sólo un manto negro
—“¿Y si así fuera? Que hayas llegado hasta aquí aceptando mi invitación, ya es algo inesperado”— comentóle él y dejó escapar una risa pequeña
Ambos se miraron con una curiosidad nueva. Allí eran distintos. Estaban muy cambiados de atuendo y de disposición. El volvió a hablarle:
—“¿Qué opinas Luz? Para buscarte he tenido que trasladar mi cita hacia una multitud de calles de distancia. Cuando nos vemos a diario y en la misma casa”
—“Quizás... vamos a conocernos recién ahora. Pero mañana continuaremos la rutina ¿Por qué me has elegido para compañera de esta noche y en medio de este bullicio?”— preguntóle ella
—“Sin duda una rareza o tal vez temor”— aceptó él —“¿A qué se debe esa pregunta?”
—“Es que te vi muy solicitado, rodeado de chicas. Allí están todas ellas mirándonos, y se hallan ahora disgustadas ahora conmigo ¿Temor? ¿A quién... a mí?”
—“Sí... Casi exactamente, un temor de varón que siempre existe ante una bella chica. No te preocupes por ellas, mi elección la defino yo”— aseguróle Martín
—“¿Y que otro temor tienes?”
—“Algo de debilidad frente a la hora de mi partida. Paso las horas meditando cuánto habré de añorar, lo que abandono ahora y dejo detrás mío... Y también como un niño revuelvo los rincones, sin encontrar ningún objeto para llevar conmigo”
El hablaba en realidad para sí mismo, pero estaba frente a Luz y no sentía temor en expresarse. Desde ese punto prosiguió:
—“Hoy día me incliné hacia la mascota intocable de mi abuela, y decidí invitarte. Durante semanas te he estado observando a lo lejos, aunque te supiera cerca y sola”
—“¿Te refieres a mí? ... ¡Yo no soy la mascota de nadie!”— gritó Luz
—“No le perteneces a nadie, es verdad. Pero mi hermano y mi primo hallan un compañerismo a tu lado que les endulza la vida. Ha sucedido desde tu llegada, y ellos giran alrededor tuyo”— aseguró Martín
—“Eso ya es distinto. Y lo acepto”
Volvieron a callarse, mirando hacia los participantes de aquella reunión de fin de curso. Todos estaban alegres, prontos a obtener sus diplomas y eufóricos por ello mismo. Llamaban a Martín quien hacíales una seña con la mano, para proseguir su diálogo con Luz.
—“Hace unas horas me pareció que todas las circunstancias me brindaban el momento que había aguardado. Pero tu demora en llegar me preocupaba. Has venido y ahora no estoy seguro de mis palabras. La razón porque te he llamado, yo la conozco bien, y quizás la guarde con un cerrojo”— calló él de repente
—“¿Puedo tener esa llave?”
—“Sí. Es una sola llave, y te la reservo para el día de mi partida”
—“Para mí es una situación triste toda despedida”— díjole ella —“Acepté venir a este lugar tal vez porque surgió de repente, sin causarme dolor. Ahora no puedo negarlo, vine muy contenta a buscarte ¿Y por qué admitiste esa condición tuya al invitarme, a pesar de mi compañerismo con los otros dos muchachos en la casa de la abuela?”
Hablaban sin mirarse, como en un diálogo hacia ellos mismos.
—“No sé Luz”
—“A mí, en cierta manera me alegra. Casi por orgullo... frente a esas compañeras tuyas tan hermosas y atildadas, que desde allí te llaman ¿Son ya ingenieras?”
—“No, casi arquitectas, es la profesión que más eligen las mujeres. Les falta la tesis. Pero hemos cursado juntos muchas materias”— le explicó Martín
—“Pienso que éste es el escenario de tu vida... y no el mío. Me siento aquí como una infante. La frescura de mi rama me decepciona”— confióle ella
—“Haces mal, Luz. Te he tratado en muchas oportunidades como a una niñita. Es verdad. Pero en la continuidad del diálogo te devolví el lugar de mujer. Esa frescura tuya, es posible que fuera lo que yo estoy buscando desde siempre. Después de todo soy un hombre”
Martín sonrió para él mismo y la miró al rostro recién entonces.
—“¡Y para buscar mi compañía has elegido la confusión de esta multitud!”— le indicó Luz señalando la juventud bulliciosa que los rodeaba
—“No, te equivocas. Te he buscado en forma personal”— contestóle él
Luz no estaba sorprendida. Estaba cautivada. De modo que ella hallábase dispuesta a continuar con aquel diálogo en medio de una fiesta. Entonces le dijo a Martín:
—“Te veo aleteando en un remanso propio, creado a tu gusto, donde el afecto es un sentimiento carente de fuego. Aceptas ese bosquejo de amor que te ofrecen esas bellas camaradas de curso a quienes acá veo, muy entusiasmadas con tu conquista pasajera... ¿Por qué?”
—“Es parte del juego estudiantil, y aquí se acaba esta noche. Por ello te he llamado, para darle fin”
—“¿No te han hecho feliz? ¿Cuántas veces estuviste en sus brazos? Todas aquellas vueltas que no llegabas de noche, volviendo al día siguiente”— reprochóle Luz
—“No tienes autoridad para preguntármelo. Al menos yo no te la otorgo”— contestóle Martín con firmeza
—“¿Enojado? ... Si mi presencia aquí te significa un reproche, puedo irme. La experiencia resultó frustrada”— expresó ella con altivez
—“No. He dado este paso buscándote, porque así lo deseaba. Dentro de unas pocas horas estarás libre de mí. Y de aquí a uno mes nos separará un continente y un océano. Mi recuerdo se habrá olvidado de tu mente”— le respondió él
Tomándola del brazo hizo que se levantara, diciéndole:
—“Vamos hacia el centro del movimiento. Para eso estamos aquí”
Se unieron a los otros en la algarabía. Las músicas se sucedían. Tonos fuertes y bajos. Por algunos momentos las rondas los separaron. Debieron bailar con los otros asistentes. Martín vióse rodeado de nuevo por sus arquitectas, que le demostraban sus atenciones. Jaime se acercó contento a Luz y la invitó a danzar con él.
El bullicio se calmó. La concurrencia dirigióse al jardín del fondo de la casa. Sonaron las guitarras. Caía el frío. Pero los jóvenes se cubrieron con sus abrigos y chales, sin apartarse del lugar. Aquello era para algunos su despedida, no sólo de la universidad, sino también de la ciudad universitaria que habíalos acogido durante sus años de estudio. Estaban al final de un tramo de sus vidas. Pese al aire que los iba envolviendo, los cambios climáticos de noviembre determinaban la cercanía del verano. Y ese jardín ofrecíales su aroma de flores y brotes nuevos.
Con el verano vendría la pausa. El nuevo año habría de recibirlos lejos ya de los recintos de estudios. Y en muchos de ellos, sería para siempre. Pero durante estos instantes de despedida entre compañeros, sus derroteros continuaban unidos. Hacia adelante el mundo habría de bifurcar sus sendas. Martín comprendía todo esto con una nostalgia presente, donde además advertía que iba a alejarse sin retorno de la casa de su abuela, tan cara para él en aquellos años que concluían.
Entonces se incorporó y fue a pulsar una guitarra. Cantó con ánimos entusiasmando al grupo asistente. Ofrendó sus coplas con una bella voz timbrada. Salieron de su pecho “La Cautiva” y “Córdoba de Antaño”, “Jardín Florido” y los temas del Chango Rodríguez. Luego llegó la inefable “Zamba de mi Esperanza” que todo el conjunto juvenil coreó a gusto. Las cuerdas emitían sus voces al aire. Recuerdos que más tarde se apagarían.
La noche no tenía estrellas. El viento silbaba en la calle. Martín ofreció su última copla y volvió a su lugar. Pero no halló a Luz entre el conjunto.
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FÁBULA TREINTIUNO
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JUGANDO A LAS ESCONDIDAS
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—“¡Luz!”
La sala adentro estaba en silencio y solitaria. El tocadiscos giraba vacío. El se acercó y apagó el botón.
—“¡Luz!”
Se introdujo por un corredor de la izquierda. La primera habitación estaba sin gente. La segunda con llave. En la tercera había una cama matrimonial de los dueños de casa, en la que se habían colocado una diversidad de objetos de los estudiantes. En un rincón estaba Luz ojeando un libro de fotos.
—“¿Luz ...juegas a las escondidas? ¿Por qué no me has contestado? ¿Es que no me oías mientras cantaba? Tal vez quisiste alejarte ¡Sé sincera! De todas maneras las calles están obscuras y será mejor que te acompañe de vuelta”
—“Escuché tu canto Martín y fue muy bueno. Pero estaba dedicado a tus compañeras, no hacía falta que yo estuviese allí compitiendo con ellas. No me aparté de improviso, sino después de advertirlo”— contestóle Luz
—“¡Asombroso!... No te habías fijado antes en mí, y ahora tienes celos ¡Vamos chiquita! Tu cabecita medita mucho, niñita mía, y no siempre lo hace bien. Es un peso duro y no te hace falta aún. La vida se encargará más delante de brindarte sus conocimientos. Déjame que yo te guíe”
—“¿Y si no quiero?”
—“Tampoco quieres que otra dama se me acerque, es sugestivo, y ello me alienta. Una copa de vino te sacará el frío. Voy a buscarla”
—“¡No!”— le interrumpió ella —“Con el que has bebido basta para los dos, yo no acostumbro y me haría daño”
—“Amiga mía, sabes bien que no puede hacerme daño, pues ya nos hemos habituado a ello en las peñas folclóricas, todos los estudiantes universitarios ¡Vamos! No te quedes aquí acurrucada como una criatura”
La tomó de los brazos obligándola a levantarse. Ella se opuso con disgusto, pero la energía del muchacho era mayor. El le dirigió entonces una mirada hacia el rostro diciéndole:
—“¿Por qué jugabas a las escondidas conmigo? ¿Has querido huirme? Sin embargo no tomaste la calle para irte, sólo deseabas que yo te buscara y aquí estoy ...¡Lejos de esas señoritas que tanto te impresionan!... Sí, Luz, estoy a tu lado ¿Es lo que querías verdad? Ellas han quedaron atrás mío y desde esta noche no las veré más. Fue mi despedida”
—“Muy generoso de tu parte”— expuso ella en reproche
—“Sólo te pedí tu presencia en esta noche final de mi curso. Mañana seremos otros. Profesionales. Pero ahora has roto el cristal que contenía la esfera. El cristal que me inhibía y puedo hablarte sinceramente”
—“No hace falta que me digas nada”— sostuvo ella
—“Me has comprendido bien. Pero mientras huyas tus caminos estarán cerrados, porque te espantan tus propios sentimientos. Sea quien sea, el beneficiario de ellos. No soy yo el que te causa temor, el abismo que sientes no es de integridad física. Eso lo has percibido siempre. Tu horror es entregar las horas de tu vida a otra persona”
Martín calló, mientras la observaba con algo de dulzura. Y luego continuó más calmo:
—“Perdona... si he reaccionado con demasiada violencia. Desde el primer momento no me fuiste indiferente. He sentido tu presencia y tu humanidad, desde tu arribo a casa de la abuela, como ninguno”
Ella continuaba observándolo muy callada, y algo orgullosa también como niña-mujer, de ser el centro de atención de un joven que era el centro de atención de otras mujeres. Todas ellas bellas y capacitadas. Martín se le acercó con una sonrisa dulce. La tomó de los hombros abrazándola con suavidad.
Luz se olvidó de sí misma por algunos instantes. Se abandonaba en los brazos de Martín en forma pasiva. El escenario de su alrededor parecía haberse esfumado. Pero la intensidad del bullicio en la fiesta llegaba hasta ellos, aunque sólo fuera en sordina. Ella estaba envuelta como en una nube de vapor, pero un grupo entusiasta recorría la casa buscándolos y llamando a Martín. Esta algarbía logró despertarla de su ensueño, haciéndola volver al lugar. Luz trató entonces de alejarlo con lentitud.
El grupo juvenil abrió la puerta y se acercó a ellos, de modo que debieron unirse al conjunto. Martín volvió a cantar, pero esta vez Luz habíase sentado a su lado. La noche transcurría en emociones y despedidas. Por fin llegaba la partida, la cual para aquellos estudiantes con siete años de convivencia, era un final anunciado y no deseado.
Salieron. La noche era muy obscura. Las casas habían cerrado sus ventanas. El grupo de jóvenes era grande y ocupaban toda la calle. Un vehículo aislado pasó cerca de ellos, arrojando sus ojos de luz a través del silencio de esa hora. Luz y Martín se hallaban a pocas cuadras de distancia de su casa. Luego entraron en las arterias bien iluminadas.
—“Mañana estarás libre de mí”— le dijo Martín depositándole un beso pequeño en el cuello
—“¿Y si no quiero?”— respondióle ella
La noche avanzaba. La urbe se habría hacia el centro citadino con sus anuncios multicolores, que hacían olvidar la ausencia de estrellas en el firmamento negro. Las luces de la calle semejaban a un día hecho de acrílico, pero construido por los hombres.
—“Entremos a casa, allí hablaremos...”— expresóle Martín
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FÁBULA TREINTIDOS
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FESTEJO EN EL DIXIE
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Noviembre anegó las calles cordobesas que corrían inundadas, por las lluvias de fin de mes. La Cañada recogía ese líquido marrón limpiándolas. Los estudiantes que vivían en casa de la abuela, terminaban sus clases en aquellos días. Todo el alumnado de esta ciudad pasaba por las mismas circunstancias Las chicas cruzaban esas calles sin zapatos ni can-can, desnudando su pies. Los muchachos arremangaban sus pantalones y llevando los zapatos en la mano llegaban hasta los domicilios, luego de pisar esas calles anegadas de aguas.
Este hecho climático y habitual sucede cada fin de noviembre, que coincide con el final del año lectivo. Todos están preparados, con paraguas y pilotos. Pero ello no alcanza para cruzar las calles con calzados.
Luz y Andrea concluían su Magisterio en el Carbó, con buenas notas, como era la exigencia en este riguroso colegio. Se hizo la ceremonia de entrega de diplomas, pero los padres de Luz no pudieron viajar por las tormentas serranas. De modo que fueron representados por los padres de Andrea, emocionados de tal encargo.
Esa mañana el Colegio Carbó estaba embanderado a todo fulgor, y lleno de flores blancas, con sus nuevas maestras también de uniforme blanco. Siempre hallábase presente ese delantal escolar muy blanco, que usaban las alumnas desde Jardín de Infantes. Fue muy emotivo para Luz, y muy aliviante para Andrea, quien deseaba librarse de tal responsabilidad. Un amplio público asistente rodeaba en el patio central toda la ceremonia. Mientras eran llamadas por sus nombres surgían aplausos, y algunas veces los asistentes vitoreaban esos nombres. Así pasó con Luz. Ella dio vueltas la cabeza y reconoció a Ramiro y Diego, muy felices de acompañarla. Pero le extrañó la ausencia de Martín.
A la salida, ya todo el ceremonial concluido, mientras las alumnas se reunían con amigos y padres bajo los inmensos portales de hierro de la entrada, Diego y Ramiro dijéronles a las dos chicas:
—“Esto ha sido muy importe y debemos festejarlo. Ya avisamos a Juana que no iremos a comer, pues invitamos a estas dos nuevas maestras al Dixie, para homenajearlas”
—“¡Sí... Yo encantada!”— gritó feliz Andrea
Era lo primero que a ella le interesaba, de todo lo sucedido en aquella mañana. Luz por el contrario estaba cabizbaja, sin sus padres y sin Martín, pero intentó no demostrarlo. De este modo los cuatro jóvenes salieron caminando y cantando en dirección al Dixie, ubicado a seis cuadras de allí. Esa mañana era de lujo, había sol.
Llegaron al coqueto comedor casi sin darse cuenta, debido a la euforia de los dos invitantes que contaban anécdotas muy alegres. En la puerta de entrada del Dixie recibieron un ticket por cada uno, y dirigiéronse al mostrador de comidas para elegir su plato, entre una gran oferta de ricas comidas. Los cocineros muy conocidos de ellos, felicitaron a las chicas y pidieron ver los diplomas. El ambiente era acogedor, moderno, muy bien decorado y lleno de jóvenes. Allí no se reunían familias. Consistía en un espacio largo y angosto, que llegaba hasta el corazón de manzana.
—“Ustedes niñas no entreguen sus tickets para ser marcados, pues ésta es nuestra invitación. Sólo se marcarán los nuestros”— díjoles Diego
Solicitaron su plato y el preferido de Luz era una carne al horno, muy adobada de especies, bañada en jugo. Luego alzaron cuatro bandejas y con ellas entraron al comedor. Funcionaba como un mesón colonial, con largas mesadas donde los clientes elegían su lugar colocándose junto a los otros comensales. Hallaron un espacio libre con cuatro sillas y se instalaron en ellas.
Muy buen apetito en todos. Muy sabroso el menú elegido.
—“¿Por qué no vino Martín?”— preguntó tímidamente Luz
—“Niña, debes acostumbrarte desde ya... Martín está en la Universidad presentando su Tesis ¿Te has olvidado? El y su grupo de Tesistas tenían este turno, no se puede modificar. Si esperas ser la compañera de vida de un ingeniero debes saber que cuando se derrumba una mina o un puente, él no podrá estar a tu lado para hacerte arrumacos”— contestóle Diego con seriedad
—“Vinimos en su reemplazo, para acompañarte, a pedido suyo. Esta noche te invitará sin duda al cine para ver una de esas difíciles películas europeas que a él le gustan tanto. Si no la entiendes nada, Martín te la explicará”— expresóle irónico Ramiro
—“Justo coincidimos en este mismo día”— respondióles ella
—“Estás añorando tu altar, la flor sutil en que te envuelves. Te espanta su energía de trabajo. Pero él es así, porque lo conozco bien, ya que es mi hermano”— intervino Ramiro —“Sin embargo si te detienes a percibirlo puedes oprimir entre tus manos su mensaje”
—“Es mi mejor deseo”
—“Sí, Luz, con sus luces y sombras. Lo reconozco. A su edad él ha bebido el zumo de muchas copas. Sin embargo puedes creerme, Martín no te ha llamado para arrebatarte la tuya, sino para compartirla. Y aquí está la hermosa Luz que otorga su compañía a cambio de ver regada su flor, su imagen ensalzada de preciosa joven, como un ideal imaginado, pero que no entrega la savia. Martín es diferente y sus brazos pueden darte un calor imperioso o exigente. Pero también te darán la vida de un hombre”— concluyó
—“Estás muy inspirado hoy, Ramiro, a ver... prueba conmigo”— le dijo Andrea
—“Contigo Andrea, es aún más difícil. Quizás todavía sueñes en un amor que te ofrezca su copla de romance a los pies de un ventanal. Una reja cubierta de enredaderas te protegerá de su presencia inmediata. Se arrimará hasta el borde para depositarte un beso en la superficie de tu mano. Tu ideal de amor puro”
—“¿Es un delito el romanticismo? ¡No Ramiro!”— insistió Andrea
—“¡Pero despierta! ¿Hacia dónde dirigirá las horas de su vida cuando acabe de brindarte aquella copla?... Hacia los refugios del mundo. Hacia la labranza, donde encuentre un cuarto para reposar o una mesa servida por manos de mujer ¿Quién será ésta? ¿La bella Andrea con sus cabellos sueltos al aire? ¿La de la estampa y la imagen? ... Querida mía te aprecias poco”
—“¿Qué me quieres decir?”
—“A pesar de lo que he dicho, no es mi intensión que te espantes de ti misma. Como el pajarito que descubre el pliegue de sus alas. Es otra cosa, el amor mismo. Tu esencia humana, Andrea, unida a otra existencia”
—“¡Basta! ... ¡Basta ya! ... Chicas y Muchachos, estamos aquí en un día feliz para festejar un buen éxito final ...¡Basta!”— gritó Diego
Y a partir de allí todo el resto del tiempo fue impregnado de festejos, en aquel día final donde dos jovencitas habían concluido el Magisterio en el Carbó.
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FÁBULA TREINTITRES
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DESPEDIDA EN NAVIDAD
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Luz había sido un regalo de Navidad, pues nació en esa fecha y ahora iba a festejar junto con su familia, sus 19 años. De este modo emprendió su viaje muy temprano a la mañana hacia la Terminal de Omnibus, llevando a la pequeña Marina como invitada para que jugara en la sierra junto a su hermanita Inés.
24 de Diciembre. A pesar de su luminosidad, aquél era un día melancólico. Ella se desarraigaba ahora de una casa que no era la suya, y a la cual desde ya, le dedicaba su nostalgia. No había tenido hermanos varones y en aquella casa adquirió tres. Sin descontar que Martín estaba ahora convertido en novio suyo, por escaso tiempo, pues en la primera semana de diciembre él partió hacia Alemania con una beca por dos años.
Pero Ramiro y Diego la acompañaban en este día de despedida, llevando su equipaje, a modo de hacer menos dolorosa la ausencia de aquél. La larga Terminal estaba cubierta de pasajeros y paseantes. Sus bares y comedores tenían parroquianos estables, que nunca viajaban.
Rostros permanentes que todos los viajeros aprenden a conocer, a tratar y a considerarlos como “los amigos de la Terminal”. Sus habitués. Un rito peculiar a cumplir, mientras que desde ese edificio se recorre el país entero de norte a sur, de este a oeste, dado que la provincia de Córdoba se halla en el centro de Argentina. La Terminal estaba aquel día víspera de Navidad, repleta de gente. Sus salidas hallábanse llenas de platicantes.
Para Luz, éste era un nuevo traslado, pues no conocía aún la casa de su padre en plena sierra. Era empezar otra vez. Su secundario había finalizado, tenía ya el título de maestra y con él, su asiento en la casona de la abuela concluía. La razón para vivir allí durante todo aquel año lectivo, llegaba a su fin. Sus imágenes apoderábanse de ella y la aprisionaban, llenas de recuerdos, antes de partir.
—“No te entristezcas Luz, cuando llegues al lado de tu padre, él te comunicará una sorpresa muy grata que tiene para ti”— díjole Ramiro
Subió al ómnibus y el rodado comenzó a avanzar por los caminos de la sierra. Apoyó la cara sobre la ventanilla, meditando. El monte estaba aún humedecido. El aire se iba purificando, mientras el sol hería la visión de los viajeros con su amalgama de colores. Marina fue durmiendo al lado suyo durante todo el viaje.
Cuando arribaron por fin, ella miró hacia la montaña, hacia el sauce, hacia el río cristalino... y pensó:
—“Desearía permanecer un tiempo largo en este escenario para absorber algo de su esencia”
—“¡Luz! ... ¡Aquí estamos!”— gritóle María Marta acompañada de su hermanita Inés
Las dos pequeñas criaturas se miraron largamente, desde muy cerca, pero sin hablarse. Luego fueron todas caminado desde la parada del ómnibus, hasta la casa, por un camino corto pero empinado. La pequeña Marina tomada de la mano de Luz, y la hermanita Inés prendida de la mano de su madre. Las pequeñas iban a ambos costados, se asomaban por curiosidad, y cuando cruzaban sus miradas volvían a esconderse.
—“Tu padre tiene una gran sorpresa para ti, no te adelanto nada, espero que él mismo te lo diga”— expresóle María Marta
—“¿Qué cosa podrá ser?”— pensó Luz para sí
El padre de Luz tardó en regresar del Hospital Regional donde era médico y director. La abrazó con gran efusión y luego sacó un sobre de su bolsillo, diciéndole:
—“Aquí tienes hija mía, mi regalo de cumpleaños y Navidad”
—“¿Qué es?”
—“Tu felicidad. Allí adentro hallarás un pasaje para Alemania, ya Martín se ha comunicado conmigo. Pasaremos juntos la Navidad, que es tu mismo cumpleaños, y el 6 de enero que es el día de Reyes estaremos todos en Córdoba en el Registro Civil, su hermano Ramiro firmará en nombre de él, y quedarán casados”
Luz no salía de la sorpresa.
—“La ceremonia religiosa se realizará allá, en Baviera, que es católica, en una capilla bonita que él ha elegido. Pero yo aquí, ya tengo listo tu vestido de novia, largo y todo en rosa como es el color que más te gusta. Te esperaremos con toda ilusión, hasta tu regreso, pues a tu edad dos años pasarán muy pronto”— le expresó cariñosa María Marta
El mediodía había comenzado pero el diálogo no se disipaba. Frente a ellos las dos criaturas comenzaron a jugar. Corrían. Iba naciendo entre ambas un diálogo armonioso, pero sin palabras. Se ubicaron en una misma piedra y una de ellas emitió el sonido de un pájaro, y a los minutos la otra niñita imitó. Después ambas entonaron un trino a dúo semejante e interminable.
—“Creo que todavía no se han cruzado ninguna palabra”— opinó María Marta
—“Pero se han comunicado profundamente”— señaló el padre
Durante la noche muchas estrellas decoraron el cielo por completo. La claridad de la luna iluminaba esos bordes ondulantes de la serranía. El murmullo de chicharras invadía la obscuridad. Un espectáculo lunar ofreció su esplendor plateado sobre las aguas del río. A la mañana siguiente salió el sol de la sierra y estaba radiante. Los pastos aún húmedos comenzaron a secarse. El agua corría velozmente entre las piedras. En la playa brillaba una arena dorada.
—“Tomaré mi último baño de sol ...por un tiempo largo”— dijo Luz y expuso su piel al sol, luciendo un rosado bikini
..................FIN................
Alejandra Correas Vázquez- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 01/02/2012
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