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AKHENATÓN Y LA JUVENTUD

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Mensaje  Alejandra Correas Vázquez Jue Ago 02, 2012 1:25 pm


AKHENATÓN Y LA JUVENTUD
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por Alejandra Correas Vázquez


Akhenatón tenía una ideología humanista, pero él fue fundamentalmente un muchacho de acción constante y sin tregua. Además de las infinitas oportunidades en que lo vemos en permanente actividad aquí y allá, como si tuviera un corto tiempo de reposo, su propio rostro obsequiado por esos excelentes escultores naturalistas de su entorno, revela las huellas de tensión puesta en su empresa.

Es indudable que una voz interior le dijo siempre que tenía muy pocos años por delante y que la prisa sería su inmortalidad. Su triunfo. Que los milenios iban a darle una patente de autenticidad y debía construir a toda empresa. El destino y la fortuna (ideas injertas con nombres propios entre sus planteos) le dieron solamente 11 años para su realización, durante los cuales dejó tanto a su paso como toda la Dinastía XVIII en su conjunto. Muchas de las ciudades que él fundó por Asia y Etiopía continúan habitadas.

Indudablemente era un joven interiormente inquieto y no hubiera podido someterse nunca a continuar en forma rutinaria la política egipcia, con su estatismo de milenios. Akhenatón había nacido con el sello de la emoción y lo manifestó en todo momento, poniendo a todo el mundo que lo rodeaba en una marcha febril de constructibilidad. Además de la ciudad capital que construyó en el centro de Egipto (hoy Amarna) cuyo nombre era “Horizonte del Círculo” (Akhet-Atón) edificó otras dos capitales con las mismas característica y fines: Gem-Atón y Khin-Atón. La primera en el Asia egipcia y la segunda en la Etiopía egipcia, que de este modo dejaban de ser colonias... ¡El faraón independizó a sus colonias!

Pleno de vida y de corazón ardiente, lo vemos participar de pleno en estas empresas, en todas ellas. Y también hacia esas distancias asiáticas y africanas envió mensajeros para difundir el pensamiento atoniano que unía a los hombres, bajo los rayos del Sol Creador, el padre Atón, el círculo solar. El más conocido de estos mensajeros que recorrió los territorios asiáticos para difundir la “buena nueva” en su nombre, fue Tutu... Como Saulo de Tarso lo haría casi un milenio y medio después, con el cristianismo.

Era demasiada empresa para tan corto plazo. Pero también fue demasiado lo edificado para tan breve estadía.

Debemos considerar también a aquellos jóvenes entusiastas (los atonianos que rodeaban al rey ideólogo y poeta) como a muchachos y muchachas plenos de fantasía y emoción. Pero además de ello llenos de humor. Esto les permitió crear la “primera caricatura histórica”, como se hace hoy con todos los gobernantes y personas destacadas. Vemos en ella a Akhenatón, Nefertiti y sus nenas, caricaturizadas y perfectamente reconocibles. La familia real era en este diseño, un mono, una mona y unas monitas.

En ese climax de alegría sus “amigos íntimos” —como él los llamaba— tomábanse toda clase de libertades, para entretenimiento del en conjunto. Igual que milenios después el pintor español Goya haría con sus amigos de la corte española, una serie famosa representándolos bajo forma de distintos animales. También en este caso, eran sus “íntimos”.

Este conjunto de amigos atonianos no podía quedar en el olvido. Tenemos los retratos de todos ellos hallados en el taller del escultor Tuthmose donde comprobamos su juventud. En esta colección donde apareció el famoso busto estilizado de Nefertiti, además de otros retratos más naturalistas de ella y su esposo, también se produjo la sorpresa de ver la “corte del rey” en pleno (según la frase de quienes la hallaron). Allí están con sus rostros casi vivos, por ser Tuthmose un artista retratista, los amigos de Akhenatón.

Además de ello, Akhenatón como cualquier joven de cualquier tiempo rebelde, como en tiempos modernos, demostró muy poca simpatía por rasurarse. Y en el caso de él, por someterse al barbero. Lo vemos en ocasiones con la barba semicrecida en un completo descuido. Hay que recordar que los egipcios como los sumerios se rasuraban el cuerpo por completo. Eran razas morenas y pilosas como se ve en sus coetáneos babilonios.

Cuando se hacía necesario los faraones iban a la guerra al frente de sus ejércitos para defender Egipto, aún los pacifistas como el abuelo y el padre suyo (Tuthmosis IV y Amenofis III) ... pero ¡Akhenatón nunca irá a la guerra! ... y las había con los hititas invasores. El fue siempre la encarnación de la Paz a todos los niveles, fueran cuales fueran sus consecuencias. Pues la paz era su filosofía. La paz y la hermandad.

No debemos ver a nuestro joven protagonista solamente como un apasionado intelectual. Como un ferviente revolucionario que domina una teoría y la impone sin reservas. Era sin duda un realizador que transformó todos los moldes egipcios convencionales (y Egipto cambiará mucho a partir de entonces), pero contó también para ello, para concretar su tarea, con un núcleo humano completamente magnetizado por él.

Fue, es cierto, un muchacho acostumbrado desde el nacimiento al mimo de los cortesanos. Pero esto no era lo que él privilegiaba. Buscó en todo momento reunir otro tipo de hombres a su lado. Pues Akhenatón no investía la formalidad faraónica. Aquella masa humana que lo acompañaba en un hechizo indescriptible, iba detrás del hombre y no del monarca.

Su correligionario Tagi le dice:

“Lo mismo si subimos al cielo
que si descendemos a la tierra
nuestra cabeza está en tus manos”

Tutu, su embajador y mensajero en Asia, sostiene:

“El pasa el día enseñándome
de aquí el gran celo que pongo
en practicar su doctrina”

El antiguo campesino May, trocado en citadino para seguirlo, le dice:

“Yo escucho su voz sin cesar
mis ojos ven sus bellezas todos los días
mi señor sabio como Atón
hace de la Maat su placer”

La Maat, significaba la verdad. Neter, era dios en singular, también muy utilizado en todo el movimiento atoniano, por ser un monoteísmo.

Otro admirador sostiene:

“Neter... dígnate hacer que tu amado hijo Akhenatón viva contigo por siempre. Que haga lo que desee su corazón. Que contemple lo que haces todos los días, para que se alegre a la vista de tu belleza. Que él permanezca aquí hasta que el cisne blanco se haga negro. Hasta que el cuervo negro se haga blanco. Hasta que las montañas se pongan de pie y caminen. Y que yo siga en el servicio de Akhenatón hasta que me asigne por fin el entierro que él otorga”

Este entierro por cierto era muy peculiar, porque los muertos aparecían en esas representaciones en fiestas alegres, libando con Akhenatón, Nefertiti y las seis niñas, sus hijas, en el otro mundo. Dado lo cual existe la opinión generalizada de que este movimiento atoniano había implantado ya la “mentepsícosis”, como la llamarían los griegos, o sea la teoría de las encarnaciones.

El Juicio de los Muertos con el juez Anubis, y el peso de las almas tan caro al terror en la antigua tradición egipcia, quedaba de hecho anulado.

Todo aquél que penetra, o se acerca sigilosamente de puntillas para atisbar desde la distancia del presente, ese mundo peculiar de la revolución atoniana, más allá de su promocionado monoteísmo, siente aún hoy la fuerza cautivante de Akhenatón. Su magnetismo personal. Su impronta. Aquel valor de su amistad que le permitió seguir adelante y a toda prisa cuando les dijo:

“Que me sigan. Los hermosos. Los sutiles. Los bellos. Los jefes de los soldados... ¡Mis amigos íntimos!”

Esta frase suya inscripta en una estela nos habla de su proyecto. Se lo podrá juzgar positiva o negativamente como han hecho los distintos autores, pero será imposible ser indiferente a él, pues es una personalidad que cautiva ya sea a su favor o en su contra. El lleva la fe de una ideología y la determina sin preámbulos. Se está con él o se está contra él. Es un camino único. Es un monoteísta con sus fallos y sus aciertos. Quiere una sola humanidad. Quiere igualdad, libertad y fraternidad. Y más que querer, la pone en marcha y nunca retrocede.

Se lo ha llamado “el primer individuo de la historia humana”. Pues los personajes anteriores a él, no se difieren en nada de los dioses. Aún siendo seres vivos, son estatuas con las características de las mismas. Es muy difícil descubrir en ellos su humanidad. Sus características, sus peculiaridades, sus pensamientos propios de individuo real. Que es precisamente lo que manifiesta Akhenatón sin ocultar nada.

Cometió excesos. Derribó las imágenes de los dioses luchando contra el paganismo. Raspó sus nombres de las inscripciones, incluso el suyo y el de su padre donde decía Amón (pues él llamábase en el comienzo Amenofis IV). Prohibió el uso del nombre plural “dioses” permitiendo sólo el de Neter, que era singular. No cuidó las fronteras de su país donde los indoarios germánicos Hititas avanzaban a saco y cuchillo.

Actuó con la intolerancia de todos los monoteístas. El islamismo en La Meca destruyó las 365 estatuas bellísimas de los dioses paganos (uno por cada día del año solar) e impuso un almanaque lunar. En Canaán los judíos aniquilaron no sólo a los cananeos, sino a su religión pagana y su obra de arte, hoy estudiada por la arqueología. El emperador bizantino Teodosio cerró y quemó todos los templos helénicos, en especial en Alejandría. Los reyes vikingos San Olaf y Canuto el Grandes (reyes de Inglaterra y Noruega, primera mitad siglo XI) convertidos en baluartes cristianos del papado, acabaron con los Druidas, Thor, el Walhalla y las valquirias.

Akhenatón exponía su evangelio de unidad mundial, en ese Egipto que era el centro civilizado del mundo antiguo. Y edificó “su” Roma, diciendo:

“Todas las razas del mundo vendrán aquí para adorarte”

Usó el idioma de la calle, el egipcio popular, el lenguaje del pueblo muy apartado ya del egipcio clásico, y con esta lengua “bastarda” escribió su bellísima poesía, enviaba correspondencia y formulaba decretos. Esto ya no tuvo retroceso. Pues ocurrió igual que con el latín y las lenguas romances. A partir de él la literatura egipcia se dividiría en dos, la antigua y la moderna.

Lo vemos emprender sus consignas sin pedir consejo ni aceptación. Lleva la fe de su ideología y la expone sin preámbulos. Determinante y firme en sus esquemas, a veces rígido e intolerante, conquistó sin embargo una multitud de seguidores desparramados por aquella inmensa geografía. Cada premisa suya era captada con encanto. Es el fuego envolvente de la fuerza juvenil. Una mezcla de intolerancia y sugestión. Una simbiosis de ternura y rigidez. Una mezcla de capricho y bonhomía. Este es el sello peculiar de la revolución atoniana, de la ideología de Atón. Es la verdad en manos de la juventud.

Con todo lo que la juventud tiene de inexperta y altruista.

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Alejandra Correas Vázquez

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