EL TESORO DE TUTANKHAMÓN
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EL TESORO DE TUTANKHAMÓN
EL TESORO DE TUTANKHAMON
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1 — TUTANKHATÓN
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A los 33 años de edad y luego de 17 años de reinado, Akhenatón, el joven poeta revolucionario que había dado su fortuna y su juventud para la felicidad de los hombres, desaparece misteriosamente de escena junto con Nefertiti.
Como un obscuro cortinado de bruma que cayera sobre ellos de improviso, queda oculto para la posteridad su mensaje de idealismo y belleza, con sus tres ciudades especialmente diseñadas para un propósito panhumanista. Y a partir de ese momento se pierden sus pasos.
Nadie volverá a mencionarlos. Nadie hablará más de los Atonianos. El Egipto faraónico los olvidará para siempre, quedando empero solamente en pie las sugerencias alejandrinas de época griega ptolemaica, que sin duda recogió para la Biblioteca de Alejandría las tradiciones orales aún subsistentes, pero que no hallábanse inscriptas en los anales oficiales.
Los Atonianos se esfuman en un manto de niebla. No hay ninguna huella de sus funerales. Un silencio de hielo cae en determinado momento, dejándonos la incógnita sobre sus paraderos. Príncipes, arquitectos, escultores, pintores, jardineros, zoólogos, ingenieros. O sea la dirigencia atoniana en pleno. Todos ellos en su conjunto creadores de una ciudad con una ética nueva, aquellos visionarios del círculo Atón que buscaban construir una sociedad distinta uniendo las naciones en un solo dios único, se han evaporado de golpe para la historia... y son muchos ciudadanos.
Un misterio desconocido nos ha quitado a estos jóvenes en la plenitud de sus vidas, y no nos permite saber nada más de ellos. Son demasiada gente desaparecida de improviso.
Emergieron en la escena creando una obra muy amplia, y que asombra en la actualidad: esculturas, pinturas, murales, poesía, fábricas y una gran ciudad estado. Toda esta riqueza creativa que iba a exhumarse recién 3 milenios después, desde el fondo de las arenas egipcias. La ingeniería de su ciudad nueva es hoy plenamente valorada, pero fue desconocida en los tiempos romanos como si nunca hubiese existido. Escenografía que cautiva y deslumbra en nuestros tiempos modernos, llenando museos...
La totalidad de habitantes en esa ciudad solar de Akhet-Atón desaparecen de improviso, se apartan sin explicación y sin dejar rastros. Sólo el Exodo hebreo menciona que partió en la empresa de Moisés (cuando abandonó Egipto) junto con los judíos otro movimiento emigratorio: “Y también subió con ellos grande multitud de diversa suerte de gentes” (Exodo 12-38). O sea se produjo conjuntamente con la hebrea, otra gran emigración masiva saliendo desde Egipto. Sigmund Freud en su libro “Moisés y el Monoteísmo” coloca al Exodo hebreo a continuación de la caída de Akhenatón. Y los alejandrinos señalan una emigración en dirección al sur, camino a Etiopía.
Sólo un niño de ocho años, junto a su esposa oficial de una edad parecida, quedan ambos como últimos representantes de esta familia faraónica: el pequeño Tutankhatón y la heredera al trono Ankhesapatón, que era la Princesa Real. En Egipto donde imponíase la herencia matrilineal, ella era quien determinaba por su matrimonio el cargo de Faraón para su esposo.
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2 — TUTANKHAMÓN
………………………
Nosotros, viajeros por el tiempo, nos quedaremos en Egipto para saber qué pasó allí, como corolario de estos hechos lamentables y dramáticos.
Quedaba ahora un único heredero real a la corona faraónica: el pequeño príncipe Tutankhatón de 8 años, el cual llegará a cumplir sólo 18 años. De inmediato el movimiento atoniano es abolido y la ciudad de Tebas retoma su poder centralizador haciendo recuperar al dios ctónico Amón (el oculto) su papel de dios estatal. Se coloca nuevamente allí a la corte real, con Tutankhtón y Ankhesapatón como cabezas faraónicas de ocho años, pero sus nombres son cambiados en Tutankhamón y Ankhesapamón.
Este faraón-niño había sido educado por Nefertiti en la ciudad de Akhet-Atón llamándose al principio Tutankhatón, cuando el dios sol único Atón reinaba sobre el horizonte egipcio. Pero ella no era su madre, sino la princesa Kya. Sin embargo no se aclaró nunca quién sería su padre, hecho extraño en un faraón. Quizás fuera Akhenatón o su hermano Semenkhara (asociado a la corona como co-faraón y esposo de la hija mayor Meritatón) siendo ambos hermanos de un perfil casi idéntico, como si ello indicara que tenían la misma sangre fenicia de su madre Ty. Este curioso perfil semítico de ambos hermanos se corresponde con el de la momia de Yua, príncipe fenicio de Zahi (Líbano), de donde provenía el abuelo materno.
Pero Tutankhamón no se parece a ellos. En cambio sí guarda un evidente parecido con Amenofis III el Magnífico (ambos de rostros muy redondos y narices cortas) y por tales rasgos fisonómicos se hace muy posible que Tutankhamón fuese hijo póstumo del gran Amenofis (padre de Akhenatón) quien vivió sus últimos años en la ciudad creada por su hijo. Tutankhamón se le parece como dos gotas de agua, cual si fuesen dos retratos iguales.
Siendo los egipcios tan cuidadosos en dar las filiaciones familiares, en el caso del faraón-niño no explican nada. Los tiempos están demasiado revueltos para ocuparse de estas menudencias.
Se ha abierto con el faraón-niño una tregua política para dar cierre a la dinastía XVIII. A continuación se abandona la obra atoniana —volviendo la capital a Tebas— pero no claudica totalmente, pues al frente del gobierno egipcio quedan sus políticos más avezados: Ai y Horemheb. El primero era el gran maestre del monasterio de Koptos, y el segundo el jefe del ejército, ambos habían sido partícipes en primer grado del gobierno de Akhenatón.
Especialmente el enigmático Ai (suegro de Akhenatón y padre o tutor de Nefertiti, como se le llama) quien es además sumo sacerdote de Koptos. Se restaura la antigua religión mágica y politeísta donde reinaba Amón (el Oculto) pero compartiendo su vida con Atón (o sea reconociéndolo como dios solar del panteón egipcio, pero no como dios único). Su presencia aún es posible verla en la dinastía subsiguiente (la XIX).
Tutankhamón tuvo por esposa a la segunda hija de Akhenatón y Nefertiti: la pequeña Ankhesapamón (que antes llamábase Ankhesapatón) dentro de la ley oriental donde los niños eran desposados. Son ellos los nuevos reyes egipcios por herencia dinástica, pero estos dos infantes núbiles no gobiernan en absoluto Egipto. El gobernante real es Ai.
Lo demuestra una lámina de oro perteneciente al tesoro de Tutankhamón que se halla en el Museo del Cairo, donde ambos príncipes coronados hacen una ceremonia ritual frente a Ai (hecho más que elocuente)... Consideran los arqueólogos que ha cometido Ai una usurpación de derechos divinos, ya que éste es un lugar perteneciente a los dioses. Pero la explicación es sencilla y clara, se trata de una demostración evidente de la autoridad política de Ai frente a ellos.
El haber consignado esta posición de privilegio mediante dicha lámina de oro, nos indica que el antiguo padre de Nefertiti ya no se oculta tras la máscara de una “Eminencia Gris”, papel que representó en todo el período atoniano. Por el contrario, ahora se muestra ante todos en su papel de dirigente, siendo el verdadero árbitro del reinado de Tutankhamón (tiempo por demás convulso debido a la caída de los atonianos, sumándose a ello la invasión hitita).
En un momento de caos nacional como fuera aquél, donde el Faraón era sólo un niño de 8 años, se hizo sin duda necesario para la estabilidad del gobierno egipcio a fin de no caer en una bancarrota total, presentar una figura política fuerte ante la vista de todos. La representación inscripta en esa lámina de oro nos evidencia la autoridad de Ai sobre el pequeño Tutankhamón, quien no fue ni sería nunca, más que una figura simbólica. Un faraón títere.
Su reinado fue nulo. Todo el pasaje del niño-rey se caracteriza por la inercia y la ausencia de autoridad del joven monarca. Al llegar a su pubertad, con la misma edad en que Akhenatón iniciaba sus innovadores proyectos, Tutankhamón en cambio sería incapaz de crear ninguna idea propia.
En ese momento el Medio Oriente estaba arrasado en llamas por los hititas. Pueblo ario primitivo y salvaje. Hecho también consignado por el Exodo bíblico, cuando habla de que Jehová no llevará a sus judíos por ese camino más corto hacia la tierra prometida, en forma directa, debido a las guerras existentes allí (Exodo 13-17). “Porque dijo Dios: Que quizás no se arrepienta el pueblo cuando vieren la guerra y se vuelvan a Egipto”.
Los pacifistas atonianos por su parte, siguiendo las sugerencias alejandrinas basadas en tradiciones orales, dicen que toman camino de Etiopía, también lejos de la guerra.
Tutankhamón vivirá muy poco, sin haber tomado nunca las riendas del poder. Su muerte no fue regular y su entierro fue abiertamente irregular. Los estudiosos modernos encuentran en su momia diversas teorías sobre su asesinato. A saber: una escara que indica picadura de víbora, un golpe en el cráneo que hallan partido, y analizan sus vísceras en busca de venenos. Además su momia no cumplió el período estipulado de embalsamamiento y por ello está muy deteriorada ¿Cuál era la necesidad política para deshacerse de él?
Precisamente: su entierro. Un lugar sagrado. Un sitio ideal para ocultar lo que debía resguardarse ante el peligro de invasión: “las joyas de la corona”. Su tumba encierra un secreto milenario.
Puesto que la decisión de asesinarlo se encuentra en los secretos de la propia familia real, especialmente en quien ejercía de hecho el poder —o sea en la persona enigmática de Ai— sin lugar a dudas sólo él tiene la respuesta. Ai lo colocó en su tumba propia (la de Ai) y dirigió el ceremonial fúnebre donde ocultó un inmenso tesoro real. Todo se hizo con suma rapidez, como lo demuestra el hallazgo del tesoro de Tutankhamón donde todo está sumamente amontonado y con cajas encimadas entre sí, aún sin desembalar. Fue un amontonamiento realizado con suma premura. Están las fotos que se tomaron del lugar al abrir la tumba del imberbe faraón, que son una muestra clara de todo ello.
Poco después este abuelo materno (padre o tutor de Nefertiti) desposa a la joven viuda, su nieta, y se convierte en el último faraón de la familia dinástica XVIII. O sea, asume la magistratura que ya ejercía de hecho. Como la tumba de Tutankhamón y su tesoro van a ejercer en el imaginario colectivo una fuerte influencia de superstición (en tiempos modernos al comienzos del siglo XX) debido a las múltiples y extrañas muertes que ocasionó de quienes tomaron contacto con este fabuloso tesoro, queda la seguridad de que fue él —Ai— quien colocó allí venenos o alimañas portadoras de virus.
La más notable fue la de Lord Carnavon, quien financiaba la expedición arqueológica, el cual murió a los pocos días. Otros visitantes, al salir de la tumba en el mismo desierto. El temor se transformó en histeria colectiva, aumentada por el periodismo. Pasó un largo tiempo en que nadie quería ingresar allí, vigilada esta tumba por un fuerte ejército, haciendo que las “joyas de la corona faraónica” permanecieran en su lugar por un extenso período más. Se esperó con ello —por consejo médico y de especialistas— a que los virus o venenos salieran del recinto, y se diluyeran evaporados por el viento. Luego se la fumigó con los insecticidas de aquel tiempo, para recién entonces trasladar este magnífico tesoro al Museo del Cairo.
Por esas mismas fechas del funeral de Tutankhamón dirigido por Ai, hay dos referencias más relativas a estas plagas, que tienen su sitio en Egipto. Las que enumera el texto bíblico (Las Plagas de Egipto), y las que diezman al ejército invasor hitita cuando finalmente ingresan sus tropas en territorio egipcio. Las cuales infestan a todo ese ejército conquistador, muriendo allí debido al contagio su rey ario Shupiliuluma, y llevando la peste a su propia nación de regreso.
Ai a su vez, hombre ya mayor, vivirá sólo 4 años más, llevándose con él todos sus secretos. No existe su momia. Nuevamente viuda, Ankhesapamón como la heredera al trono, desposa al general Horemheb (aunque no asume como faraón por no ser noble) quien gobernará Egipto por los siguientes 20 años. No tendrán hijos y con ella, la hija segunda de Akhenatón y Nefertiti, se extingue la familia real de esta célebre dinastía.
Este famoso tesoro del faraón-niño no es en ninguna manera un tesoro normal de cada faraón. Consiste al estudiarlo pieza por pieza, en un recuento de cuánto poseía la familia real de la XVIII dinastía al borde de su extinción, perseguida por enemigos internos y amenazada por invasiones externas. Hay allí objetos de Akhenatón, como su cetro con el sello de Atón. Sellos de Semenkhara. Y muchos otros objetos del período atoniano. Por ejemplo, una silla de palacio con el nombre de “Tutankhatón”, la forma primitiva de su nombre, lo que demuestra que fue hecha por los artesanos de la ciudad de Akhet-Atón.
Es válido hacer otro comentario, que apoya lo dicho. Poco después hallaron los arqueólogos otra tumba faraónica sin violar, intacta. La del Faraón Sheshonk (el Sisiak bíblico) de la dinastía XXII. Se apresuraron en abrirla acompañados de mucha publicidad buscando encontrar un tesoro semejante. Pero sólo había en ella un reducido número de objetos de oro. Y es importante esta comparación, pues Sheshok fue un faraón conquistador que se apoderó de todos los tesoros del Medio Oriente, entre ellos los valores del Templo de Jerusalem.
Dice el texto bíblico sobre el faraón Sisiak en Reyes 1-14-25: “Y tomó los tesoros de la casa real de Jehová, y los tesoros de la casa real, y saqueólo todo: llevóse también todos los escudos de oro que Salomón había hecho”. Sin embargo el tesoro funerario del faraón Sheshonk, quien tanto robó por Medio Oriente y en especial al Templo de Jerusalem llevándose todo el oro de Salomón (como lo denuncian los escribas bíblicos) no contenía un tesoro semejante al que escondió el faraón Ai, suegro de Akhenatón, hace tres mil años.
Como final citaremos estas bellas frases del arqueólogo J. B. Breasted, uno de los primeros visitantes de la tumba de Tutankhamón cuando aún no había sido retirado de allí el famoso tesoro, quien sostiene el origen de tales “joyas de la corona egipcia” como de procedencia anterior al faraón imberbe.
“Se demuestra con esto que esta maravillosa tumba era un tesoro de arte y cultura que procedía de la época de la revolución de Akhenatón, cuando el espíritu humano se libertó de los antiguos hábitos y limitaciones y había captado una nueva visión de belleza y de vida”.
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1 — TUTANKHATÓN
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A los 33 años de edad y luego de 17 años de reinado, Akhenatón, el joven poeta revolucionario que había dado su fortuna y su juventud para la felicidad de los hombres, desaparece misteriosamente de escena junto con Nefertiti.
Como un obscuro cortinado de bruma que cayera sobre ellos de improviso, queda oculto para la posteridad su mensaje de idealismo y belleza, con sus tres ciudades especialmente diseñadas para un propósito panhumanista. Y a partir de ese momento se pierden sus pasos.
Nadie volverá a mencionarlos. Nadie hablará más de los Atonianos. El Egipto faraónico los olvidará para siempre, quedando empero solamente en pie las sugerencias alejandrinas de época griega ptolemaica, que sin duda recogió para la Biblioteca de Alejandría las tradiciones orales aún subsistentes, pero que no hallábanse inscriptas en los anales oficiales.
Los Atonianos se esfuman en un manto de niebla. No hay ninguna huella de sus funerales. Un silencio de hielo cae en determinado momento, dejándonos la incógnita sobre sus paraderos. Príncipes, arquitectos, escultores, pintores, jardineros, zoólogos, ingenieros. O sea la dirigencia atoniana en pleno. Todos ellos en su conjunto creadores de una ciudad con una ética nueva, aquellos visionarios del círculo Atón que buscaban construir una sociedad distinta uniendo las naciones en un solo dios único, se han evaporado de golpe para la historia... y son muchos ciudadanos.
Un misterio desconocido nos ha quitado a estos jóvenes en la plenitud de sus vidas, y no nos permite saber nada más de ellos. Son demasiada gente desaparecida de improviso.
Emergieron en la escena creando una obra muy amplia, y que asombra en la actualidad: esculturas, pinturas, murales, poesía, fábricas y una gran ciudad estado. Toda esta riqueza creativa que iba a exhumarse recién 3 milenios después, desde el fondo de las arenas egipcias. La ingeniería de su ciudad nueva es hoy plenamente valorada, pero fue desconocida en los tiempos romanos como si nunca hubiese existido. Escenografía que cautiva y deslumbra en nuestros tiempos modernos, llenando museos...
La totalidad de habitantes en esa ciudad solar de Akhet-Atón desaparecen de improviso, se apartan sin explicación y sin dejar rastros. Sólo el Exodo hebreo menciona que partió en la empresa de Moisés (cuando abandonó Egipto) junto con los judíos otro movimiento emigratorio: “Y también subió con ellos grande multitud de diversa suerte de gentes” (Exodo 12-38). O sea se produjo conjuntamente con la hebrea, otra gran emigración masiva saliendo desde Egipto. Sigmund Freud en su libro “Moisés y el Monoteísmo” coloca al Exodo hebreo a continuación de la caída de Akhenatón. Y los alejandrinos señalan una emigración en dirección al sur, camino a Etiopía.
Sólo un niño de ocho años, junto a su esposa oficial de una edad parecida, quedan ambos como últimos representantes de esta familia faraónica: el pequeño Tutankhatón y la heredera al trono Ankhesapatón, que era la Princesa Real. En Egipto donde imponíase la herencia matrilineal, ella era quien determinaba por su matrimonio el cargo de Faraón para su esposo.
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2 — TUTANKHAMÓN
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Nosotros, viajeros por el tiempo, nos quedaremos en Egipto para saber qué pasó allí, como corolario de estos hechos lamentables y dramáticos.
Quedaba ahora un único heredero real a la corona faraónica: el pequeño príncipe Tutankhatón de 8 años, el cual llegará a cumplir sólo 18 años. De inmediato el movimiento atoniano es abolido y la ciudad de Tebas retoma su poder centralizador haciendo recuperar al dios ctónico Amón (el oculto) su papel de dios estatal. Se coloca nuevamente allí a la corte real, con Tutankhtón y Ankhesapatón como cabezas faraónicas de ocho años, pero sus nombres son cambiados en Tutankhamón y Ankhesapamón.
Este faraón-niño había sido educado por Nefertiti en la ciudad de Akhet-Atón llamándose al principio Tutankhatón, cuando el dios sol único Atón reinaba sobre el horizonte egipcio. Pero ella no era su madre, sino la princesa Kya. Sin embargo no se aclaró nunca quién sería su padre, hecho extraño en un faraón. Quizás fuera Akhenatón o su hermano Semenkhara (asociado a la corona como co-faraón y esposo de la hija mayor Meritatón) siendo ambos hermanos de un perfil casi idéntico, como si ello indicara que tenían la misma sangre fenicia de su madre Ty. Este curioso perfil semítico de ambos hermanos se corresponde con el de la momia de Yua, príncipe fenicio de Zahi (Líbano), de donde provenía el abuelo materno.
Pero Tutankhamón no se parece a ellos. En cambio sí guarda un evidente parecido con Amenofis III el Magnífico (ambos de rostros muy redondos y narices cortas) y por tales rasgos fisonómicos se hace muy posible que Tutankhamón fuese hijo póstumo del gran Amenofis (padre de Akhenatón) quien vivió sus últimos años en la ciudad creada por su hijo. Tutankhamón se le parece como dos gotas de agua, cual si fuesen dos retratos iguales.
Siendo los egipcios tan cuidadosos en dar las filiaciones familiares, en el caso del faraón-niño no explican nada. Los tiempos están demasiado revueltos para ocuparse de estas menudencias.
Se ha abierto con el faraón-niño una tregua política para dar cierre a la dinastía XVIII. A continuación se abandona la obra atoniana —volviendo la capital a Tebas— pero no claudica totalmente, pues al frente del gobierno egipcio quedan sus políticos más avezados: Ai y Horemheb. El primero era el gran maestre del monasterio de Koptos, y el segundo el jefe del ejército, ambos habían sido partícipes en primer grado del gobierno de Akhenatón.
Especialmente el enigmático Ai (suegro de Akhenatón y padre o tutor de Nefertiti, como se le llama) quien es además sumo sacerdote de Koptos. Se restaura la antigua religión mágica y politeísta donde reinaba Amón (el Oculto) pero compartiendo su vida con Atón (o sea reconociéndolo como dios solar del panteón egipcio, pero no como dios único). Su presencia aún es posible verla en la dinastía subsiguiente (la XIX).
Tutankhamón tuvo por esposa a la segunda hija de Akhenatón y Nefertiti: la pequeña Ankhesapamón (que antes llamábase Ankhesapatón) dentro de la ley oriental donde los niños eran desposados. Son ellos los nuevos reyes egipcios por herencia dinástica, pero estos dos infantes núbiles no gobiernan en absoluto Egipto. El gobernante real es Ai.
Lo demuestra una lámina de oro perteneciente al tesoro de Tutankhamón que se halla en el Museo del Cairo, donde ambos príncipes coronados hacen una ceremonia ritual frente a Ai (hecho más que elocuente)... Consideran los arqueólogos que ha cometido Ai una usurpación de derechos divinos, ya que éste es un lugar perteneciente a los dioses. Pero la explicación es sencilla y clara, se trata de una demostración evidente de la autoridad política de Ai frente a ellos.
El haber consignado esta posición de privilegio mediante dicha lámina de oro, nos indica que el antiguo padre de Nefertiti ya no se oculta tras la máscara de una “Eminencia Gris”, papel que representó en todo el período atoniano. Por el contrario, ahora se muestra ante todos en su papel de dirigente, siendo el verdadero árbitro del reinado de Tutankhamón (tiempo por demás convulso debido a la caída de los atonianos, sumándose a ello la invasión hitita).
En un momento de caos nacional como fuera aquél, donde el Faraón era sólo un niño de 8 años, se hizo sin duda necesario para la estabilidad del gobierno egipcio a fin de no caer en una bancarrota total, presentar una figura política fuerte ante la vista de todos. La representación inscripta en esa lámina de oro nos evidencia la autoridad de Ai sobre el pequeño Tutankhamón, quien no fue ni sería nunca, más que una figura simbólica. Un faraón títere.
Su reinado fue nulo. Todo el pasaje del niño-rey se caracteriza por la inercia y la ausencia de autoridad del joven monarca. Al llegar a su pubertad, con la misma edad en que Akhenatón iniciaba sus innovadores proyectos, Tutankhamón en cambio sería incapaz de crear ninguna idea propia.
En ese momento el Medio Oriente estaba arrasado en llamas por los hititas. Pueblo ario primitivo y salvaje. Hecho también consignado por el Exodo bíblico, cuando habla de que Jehová no llevará a sus judíos por ese camino más corto hacia la tierra prometida, en forma directa, debido a las guerras existentes allí (Exodo 13-17). “Porque dijo Dios: Que quizás no se arrepienta el pueblo cuando vieren la guerra y se vuelvan a Egipto”.
Los pacifistas atonianos por su parte, siguiendo las sugerencias alejandrinas basadas en tradiciones orales, dicen que toman camino de Etiopía, también lejos de la guerra.
Tutankhamón vivirá muy poco, sin haber tomado nunca las riendas del poder. Su muerte no fue regular y su entierro fue abiertamente irregular. Los estudiosos modernos encuentran en su momia diversas teorías sobre su asesinato. A saber: una escara que indica picadura de víbora, un golpe en el cráneo que hallan partido, y analizan sus vísceras en busca de venenos. Además su momia no cumplió el período estipulado de embalsamamiento y por ello está muy deteriorada ¿Cuál era la necesidad política para deshacerse de él?
Precisamente: su entierro. Un lugar sagrado. Un sitio ideal para ocultar lo que debía resguardarse ante el peligro de invasión: “las joyas de la corona”. Su tumba encierra un secreto milenario.
Puesto que la decisión de asesinarlo se encuentra en los secretos de la propia familia real, especialmente en quien ejercía de hecho el poder —o sea en la persona enigmática de Ai— sin lugar a dudas sólo él tiene la respuesta. Ai lo colocó en su tumba propia (la de Ai) y dirigió el ceremonial fúnebre donde ocultó un inmenso tesoro real. Todo se hizo con suma rapidez, como lo demuestra el hallazgo del tesoro de Tutankhamón donde todo está sumamente amontonado y con cajas encimadas entre sí, aún sin desembalar. Fue un amontonamiento realizado con suma premura. Están las fotos que se tomaron del lugar al abrir la tumba del imberbe faraón, que son una muestra clara de todo ello.
Poco después este abuelo materno (padre o tutor de Nefertiti) desposa a la joven viuda, su nieta, y se convierte en el último faraón de la familia dinástica XVIII. O sea, asume la magistratura que ya ejercía de hecho. Como la tumba de Tutankhamón y su tesoro van a ejercer en el imaginario colectivo una fuerte influencia de superstición (en tiempos modernos al comienzos del siglo XX) debido a las múltiples y extrañas muertes que ocasionó de quienes tomaron contacto con este fabuloso tesoro, queda la seguridad de que fue él —Ai— quien colocó allí venenos o alimañas portadoras de virus.
La más notable fue la de Lord Carnavon, quien financiaba la expedición arqueológica, el cual murió a los pocos días. Otros visitantes, al salir de la tumba en el mismo desierto. El temor se transformó en histeria colectiva, aumentada por el periodismo. Pasó un largo tiempo en que nadie quería ingresar allí, vigilada esta tumba por un fuerte ejército, haciendo que las “joyas de la corona faraónica” permanecieran en su lugar por un extenso período más. Se esperó con ello —por consejo médico y de especialistas— a que los virus o venenos salieran del recinto, y se diluyeran evaporados por el viento. Luego se la fumigó con los insecticidas de aquel tiempo, para recién entonces trasladar este magnífico tesoro al Museo del Cairo.
Por esas mismas fechas del funeral de Tutankhamón dirigido por Ai, hay dos referencias más relativas a estas plagas, que tienen su sitio en Egipto. Las que enumera el texto bíblico (Las Plagas de Egipto), y las que diezman al ejército invasor hitita cuando finalmente ingresan sus tropas en territorio egipcio. Las cuales infestan a todo ese ejército conquistador, muriendo allí debido al contagio su rey ario Shupiliuluma, y llevando la peste a su propia nación de regreso.
Ai a su vez, hombre ya mayor, vivirá sólo 4 años más, llevándose con él todos sus secretos. No existe su momia. Nuevamente viuda, Ankhesapamón como la heredera al trono, desposa al general Horemheb (aunque no asume como faraón por no ser noble) quien gobernará Egipto por los siguientes 20 años. No tendrán hijos y con ella, la hija segunda de Akhenatón y Nefertiti, se extingue la familia real de esta célebre dinastía.
Este famoso tesoro del faraón-niño no es en ninguna manera un tesoro normal de cada faraón. Consiste al estudiarlo pieza por pieza, en un recuento de cuánto poseía la familia real de la XVIII dinastía al borde de su extinción, perseguida por enemigos internos y amenazada por invasiones externas. Hay allí objetos de Akhenatón, como su cetro con el sello de Atón. Sellos de Semenkhara. Y muchos otros objetos del período atoniano. Por ejemplo, una silla de palacio con el nombre de “Tutankhatón”, la forma primitiva de su nombre, lo que demuestra que fue hecha por los artesanos de la ciudad de Akhet-Atón.
Es válido hacer otro comentario, que apoya lo dicho. Poco después hallaron los arqueólogos otra tumba faraónica sin violar, intacta. La del Faraón Sheshonk (el Sisiak bíblico) de la dinastía XXII. Se apresuraron en abrirla acompañados de mucha publicidad buscando encontrar un tesoro semejante. Pero sólo había en ella un reducido número de objetos de oro. Y es importante esta comparación, pues Sheshok fue un faraón conquistador que se apoderó de todos los tesoros del Medio Oriente, entre ellos los valores del Templo de Jerusalem.
Dice el texto bíblico sobre el faraón Sisiak en Reyes 1-14-25: “Y tomó los tesoros de la casa real de Jehová, y los tesoros de la casa real, y saqueólo todo: llevóse también todos los escudos de oro que Salomón había hecho”. Sin embargo el tesoro funerario del faraón Sheshonk, quien tanto robó por Medio Oriente y en especial al Templo de Jerusalem llevándose todo el oro de Salomón (como lo denuncian los escribas bíblicos) no contenía un tesoro semejante al que escondió el faraón Ai, suegro de Akhenatón, hace tres mil años.
Como final citaremos estas bellas frases del arqueólogo J. B. Breasted, uno de los primeros visitantes de la tumba de Tutankhamón cuando aún no había sido retirado de allí el famoso tesoro, quien sostiene el origen de tales “joyas de la corona egipcia” como de procedencia anterior al faraón imberbe.
“Se demuestra con esto que esta maravillosa tumba era un tesoro de arte y cultura que procedía de la época de la revolución de Akhenatón, cuando el espíritu humano se libertó de los antiguos hábitos y limitaciones y había captado una nueva visión de belleza y de vida”.
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Alejandra Correas Vázquez- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 01/02/2012
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