CÓRDOBA LA DOCTA
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ACHALAY -por Orencio Julio Correas (toponimias cordobesas)

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Mensaje  Alejandra Correas Vázquez Jue Mar 27, 2014 1:57 pm

TOPONIMIAS de CÓRDOBA
(3)
(República Argentina)

POR
MAYOR ORENCIO JULIO CORREAS


"ACHALAY y no ACHALA”

ACHALA - Es la denominación toponímica de nuestras hermosos sierras.

El idioma quetchua contiene una palabra que es todo un poema y a la vez un símbolo. Es más, por sí sola concentra las más gratas sensaciones de los cinco sentidos humanos, y aún le sobra significado y prestancia para cantarle loas y hacer con ella la apología de los siete pecados capitales.

Ella es: ACHALAY
Y si tenéis duda leed:

ACHALAY mis ojos que la miran tanto! (vista)
ACHALAY las notas de sus cantos bellos! (oído)
ACHALAY las flores de fragancias gratas! (olfato)
ACHALAY las frutas de sabores varios! (gusto)
ACHALAY sus caricias que me miman tanto! (tacto)

Y siguiendo:

ACHALAY los lujos de mi amada tierra.
ACHALAY la envidia que les causa a otras...
....etcétera...


ACHALAY no tiene un significado fijo porque puede ser aplicada a los diversos sentimientos humanos que la imaginación puede crear.

En el idioma quetchua es la reina de las palabras por su dulzura, su mística y su alcance: exclamar ¡ACHALAY! equivalía para el pueblo quichua todo un conjunto de sentimientos emotivos que ninguna palabra de otro idioma podía suplir o llenar.

Posiblemente figuraba en todos los cantos de la liturgia indo.incaica y por eso fue su perdición.

Los graves sacerdotes de la Santa Religión Católica, que traían la misión de cristianizar a todos los pueblos de la América conquistada, no podían permitir esta palabra que en todas sus oraciones y rezos tenía la facilidad de aplicarse como un vivo sentimiento religioso de sus originarias creencias en el Dios “Inti” (El Sol), religión del Inca y su casta, o en la Diosa Pacha Mama (La Tierra), religión del pueblo quichua.

Dejar la libertad de su aplicación en este sentido importaba que esos conversos revivieran u obstaculizan la gran fe un su Cristo Redentor, ya que en vez de pronunciar el ¡Dios Mío! Para sus rogativas al Señor de la Alturas pronunciaran el ¡Achalay! misteriosos de sus verdaderos sentimientos originales a sus dioses paganos...

Es indudable pues, que estos señores sacerdotes captaron este peligro y trataban en toda forma de que el pueblo quetchua fuese poco a poco olvidando su idioma, ya que hubo necesidad de impartir serias disposiciones al respecto como lo manifiesta el reverendo padre Mossi en su primera gramática quetchua, que dice:

...”y a pesar de que el S. Concilio de Lima act. 2 Cap 3 tiene mandado a los curas, bajo pena de excomunión y de S. Obediencia que a los indios se les enseñe la doctrina y el catecismo en quichua, sin que sea lícito a nadie variar el rezo o catecismo aprobado por el mismo S. Concilio; el día de hoy este idioma, tan preciso como útil, está del todo desatendido por aquellos mismos quizás que debieron propagarlo a todo trance”.

Está claro, que el reverendo padre Mossi sin referirse a los señores sacerdotes, directamente, por su condición también sacerdotal, los señala como los responsables de que el pueblo quichua olvidara su idioma, pese a lo dispuesto por el S. Concilio y que nunca cumplieron por las razones que cito.

Hay que haber captado en la observación tranquila y desapasionada de quien no siente el misterioso atractivo de esta palabra el cambio que se opera en los rostros de las personas que la sienten y la comprenden, cuando se les pregunta por el significado de ACHALAY.

Pareciera que en lo íntimo de cada ser fluyera el recuerdo de satisfacciones que se fueron, pero que prestamente vuelven al pronunciar esta palabra, y la contestación es siempre casi la misma: “ACHALAY, señor, es todo lo más grande y hermoso que usted puede sentir o imaginar”, y con esto lo dicen todo, y uno todo lo  comprende.

ACHALAY debió figurar entre los cantos y marchas guerreras de los pueblos incaicos actuando como continuo acicate para levantar el espíritu pujante de las valerosas hordas de los ejércitos del Emperador Inca en sus avances de conquista y dominio por todo el territorio de lo que es hoy América del Sud, hasta que llegó el día fatídico del ocaso incaico por la presencia del hispano invasor que arrasó sorpresivamente, en lucha desigual y de exterminio al poderoso imperio.

Desde entonces ACHALAY sufrió las consecuencias de la sorda persecución de sus grandes alcances misteriosos y se convirtió también en exclamación de venganza que fue poco a poco perdiéndose entre los cerros del macizo andino “como lamento de una raza que se extingue”... Pero no murió, porque las tribus legendarias de su estirpe la guardaron silenciosamente en el corazón y la mente de sus hijos, como un legado que jamás a de perderse.

Una noche en que había sentado en mi mesa de campaña al casi octogenario amigo circunstancial que menciono en mi anterior publicación, al tratar el nombre de “Unquillo”, y conversando de Córdoba, le llegó el turno a las bellezas de sus sierras, que este viejo conocía por referencias familiares, muy lejanas y me dijo:

“Vea señor, no he tenido la suerte de conocer las sierras cordobesas, pero las conozco por mentas que hacían mis abuelos cuando yo era chico, y ellos sabían contar que sus parientes de antes y desde los tiempos en que no habían llegado los españoles o “huincas”, (cristianos), como ellos les decían, sabían ir todos los años en los veranos a pasarlos con las tribus de Quilino, los Camineguas, Comechingones y Sanavirones, de cuyos caciques eran grandes amigos que los recibían muy bien y con quienes se cambiaban valiosos obsequios como pago a las atenciones recibidas. Había que oírlos contar tantas lindezas y las fiestas que se hacían en la sierra de Achalay y no de Achala como la llaman hoy. Es una lástima señor, que una palabra tan linda y que decía tanto, como ACHALAY, los cordobeses la afrentaron dejándola tan fieraza al tuzarle la colita, llamándola Achala que nada dice”.

Estas palabras de este sencillo representante de la raza aborigen de nuestra Patria fue para mí una gran revelación. Recién me di cuenta o conocí el verdadero nombre de nuestras sierras.

¿Qué misterioso designio obró entre los Sanavirones y Comechingones, que fueron los señores feudales de nuestras hermosas sierras cordobesas para que no captaran el significado grandioso de ACHALAY, como la denominaban las tribus norteñas? ¿La fonética o la incomprensión?

Yo creo que las dos cosas porque ambas razas adoptaron de la palabra ACHALAY, tan solo la exclamación “CHALAY”, como una expresión agradable al olfato, y que hasta hoy nos es dable escuchar dentro de nuestra provincia.

Desde entonces fue para mí una gran obsesión el poder corroborar lo que este viejo amigo me había revelado y no perdí oportunidad para consultar a todas las personas entendida de las provincias argentinas norteñas (Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, Salta y Jujuy), y la mayor parte de ellas me dijeron que efectivamente a las Sierras de Córdoba se les denominaba desde tiempo inmemorial las Sierras de ACHALAY, por sus bellezas, su clima y en fin por todos los dones que la naturaleza les había concedido y donde se encontraban todos los veranos muchas tribus norteñas para gozar de sus encantos, a la vez que para traer sal, frutas y yuyos silvestres para el invierno.

Lafone Quevedo define la palabra ACHALA en la siguiente forma:

“ACHALA” Sierras de Córdoba – al Oeste. Allí estaban las cuevas – Heredia pasó por allí – “Etimología” – Si la voz es quichua puede formarse de “Achay”, hermoso y “lla”, diminutivo de cariño. ACHALAY - ¡Ojalá! ¡Qué lindo fuera! Exclamación desiderativa muy usada y en boca de todos. En Cuzco: ACHALLAY - ACHALLAU, ¡Oh qué bueno! Etcétera... Etimología - <<Acha>>, hermoso y <<lla>> partícula desiderativa o de encarecimiento.  La “y” final parece ser el posesivo “mi”, en la fonología de esta lengua hemos visto que la letra “CH” equivale a una “L”, la que cuendo hiere a una “iy” suena como Ch, aunque uno no quiera. Siendo esto así compárese las voces: “alau”, ventura en guerra; “Aliy”, la victoria. En “alau”, tenemos la “ll” que notamos en ACHALLAU. En la frase Dios – llahuan, adiós (quedad) con Dios, se advierte el valor especial de la partícula “lla” en dicciones de súplica como ésta: ACHALAY : a Dios pluguiera, etcétera”.

(Y aquí hago notar al lector la razón de mis apreciaciones sobre ACHALAY, palabra que debía figurar en todos los cantos religiosos y guerreros indo-incaicos).

Gramaticalmente a la palabra ACHALAY, el reverendo padre Mossi la escribe ACHALLAY; Grigórieff, ATJAJAY - y Lafone Quevedo, ACHALAY, pero la fonética de todos coincide en: ACHALAY.

Con esto comprenderá el lector lo intrincado que resulta para un simple aficionado como yo el aclarar los nombres toponímicos de esta provincia de Córdoba (Argentina), que como en todo el territorio del país han sido mal traducidos y cuando los más eruditos maestros tampoco coinciden en la escritura o traducción de una palabra tan conocida como ésta y que está en boca de todos, como lo dice Lafone Quevedo y he tenido la oportunidad de comprobarlo personalmente en las provincias norteñas argentinas.

Por todo lo expuesto y los antecedentes que poseo resulta que nuestras sierras cordobesas, o sea el sistema orográfico del país no es ACHALA sino ACHALAY denominación que le hicieran las tribus norteñas que acudían a ellas en los veranos para gozar de su clima, sus bellezas, sus frutos y de todo cuanto de bello y hermoso ellas contienen; significado amplio que sólo concentra la palabra ACHALAY.

Buscarle otro significado, como he tenido la oportunidad de leerlo, aplicando a capricho denominaciones ambiguas y sin sentido común, me parece una ofuscación o negar lo que está a flor de labio:  “ACHALAY”, que dice todo, por “ACHALA”, que no dice nada, ni en quichua ni en ningún dialecto hablado por las tribus que ocupaban nuestra provincia desde la era pre-hispana.

El P.E. de la provincia argentina de Córdoba o algún legislador debería presentar un proyecto de ley para cambiar el nombre de ACHALA que indebidamente tienen nuestras sierras, por el de ACHALAY que les corresponde, a fin de que sustituyan todas las denominaciones que existen, por intermedio del catastro de la provincia y que pueda así tomar nota de ello el Instituto Geográfico Militar de la Nación, a los efectos pertinentes de su cartografía.

Y también para que las grandes corrientes turísticas actuales que acuden a nuestras hermosas y hospitalarias sierras repitan esa simbólica, misteriosa y mágica exclamación indo-incaica, tal como lo hacían las precursoras caravanas turísticas indígenas desde los tiempos pre-hispánicos...

¡ ACHALAY! ¡ ACHALAY! ¡ ACHALAY!

Mayor Orencio Julio Correas

Diario LOS PRINCIPIOS – Jueves 6 de enero 1949



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Alejandra Correas Vázquez

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