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ARRIBO AL TUCUMÁN

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Mensaje  Alejandra Correas Vázquez Lun Nov 23, 2015 12:40 am



ARRIBO AL TUCUMÁN
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por Alejandra Correas Vázquez
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Cuando el avión me traía de regreso a mi casa de Córdoba (Argentina) desde La Florida, aquella mágica tierra explorada por Ponce de León en búsqueda de la Fuente de Juvencia, luego de despegar de la hispánica Miami con sus recovas coloniales y callejuelas serpenteantes. Reliquias de un tiempo hispanocolonial bien conservadas con su diseño intacto y sus fuentes blancas llenas de arabescos. Con pueblitos coloniales enteros protegidos dentro de galerías para coquetas boutiques. Entonces dije para mis adentros la frase que allá se emplea a diario: “Miami, mi ciudad bonita … adiós”… y me llené de lágrimas.

Había vivido en ella un tiempo feliz entre ardillas que subían y bajaban a toda prisa de los árboles de mango. Junto a los canarios color celeste que picoteaban en forma insolente mis galletas, mientras yo mateaba en la galería, subiéndose también a mis hombros.

Había admirado esas gigantescas flores floridianas, con fuertes perfumes de plantas en inmensas arboledas, y el “Árbol de Buda” frente a mi puerta.

Mi perra Gaya, mi gato Red, dentro de un paisaje bucólico (que los turistas desconocen) en esa selva tropical donde sólo faltaban Tarzán y la mona Chita. Saboreando todos los días dulce de guayaba, con jugos de tamarindo y guanábana. Admirando además sus pinturas caribeñas (Art Decó) donde me reencontré a mí misma y en cuya escuela llena de color, continúo hoy pintando. Más el encanto de escuchar a diario en la radio boleros de antaño.

Yo dejaba atrás mío a la imponente Prefectura española del puerto de Miami —que hoy es museo— y a la cual muchas veces fotografié, por encontrar sus portales de madera labrada semejantes a los de la Calle de Alcalá en Madrid. Ese Miami de La Florida donde yo viví un par de años, es desconocido por los turistas argentinos y cuando lo describo tengo desencuentros.

Me preparé entonces con paciencia, para un larguísimo viaje… ¡Y de improviso llegué muy pronto! …Siendo que apenas había echado una siestecita.

Demasiado rápido. Más rápido que en el viaje de ida. El avión descendía, el piloto anunciaba la llegada, la azafata lo confirmaba y el aeropuerto lo señalizaba: “Tucumán”. No había duda, se me había escapado el tiempo y yo había entrado sin quererlo con aquella breve siesta, en una “nube gálica”, perdiendo conciencia de las horas reales entre un mundo y otro. Tal y como les sucedía a los galos cuando paseaban por sus bellos pasajes mitológicos.

—“¿Ya hemos llegado a Tucumán? –pregunté a mi esposo– ¿Ya estamos en Argentina?”

Sí, lo estábamos. Y no lo estábamos al mismo tiempo. Porque en realidad estábamos en Tocumen, el aeropuerto de Panamá ... no en Tucumán... pera era la misma nación, con el mismo nombre y una sola identidad. Sin duda alguna, habíamos aterrizado en uno de los puntos claves de esa nación inmensa del pasado llamada TKMN.

Panamá significa “selva” igual que Tucumán, cual es el significado que de este término nativo se tiene por traducción. Selva enmarañada con intensas lluvias, calor, humedad y fronda. Tal es Tocumen, tal es Tucumán.

Indudablemente “Tucumán” es una voz propia, autóctona, de muy larga referencia en el pasado del continente sudamericano. Como el aeropuerto internacional de Panamá que se llama “Tocumen”.

Pues si tenemos en cuenta el concepto de los especialistas en Filología, trátase del mismo nombre, la misma “voz” en términos lingüísticos. Para los investigadores del tema (puede consultarse en Manuales) con el paso de los siglos los idiomas pierden las vocales o las cambian, pero sobreviven las consonantes. Se hace evidente esto en las lenguas semíticas, que ni siquiera escriben las vocales. Sea árabe, siríaco, hebreo, arameo. Los especialistas traducen por las consonantes. Es así que el término TKMN (de acuerdo a consonantes) es el nombre real de una inmensa nación precolombina, muy anterior a Colón.

TKMN no posee una traducción propia ni en quichua, ni en aymará, ni en guaraní, ni en panameño. La lengua se ha perdido. Pero su tradición de connotación propia, nos habla de una naturaleza selvática y lluviosa, a quien la lengua castellana tan rica en vocablos, no puede traducir. Es lógico, pues no hay un clima de tales características en toda Europa.

Es tan antigua esta nación precolombina TKMN que su lengua ya se había extinguido a la llegada de Colón en el siglo XV, pero continuaba vivo el nombre de su territorio. Del mismo modo que quedan resabios en las toponimias, de esas lenguas llamadas “protoeuropeas”.

Podemos todos en la actualidad vestir con ropa europea y subir a un avión para recorrer palmo a palmo, el extenso territorio que formaba antaño ese antiguo Reino Tucman, o quizás fueran una serie de naciones confederadas con una misma lengua desde Panamá hasta Argentina…. Es un viaje al pasado.

Sin embargo los mitos y las almas que contienen los territorios, los países, el solar, las ciudades y sus diferentes Pachamamas, sobreviven en ese trasfondo. Son reales aunque no sean palpables. Son ideales, aunque sean irreales. Pertenecen al lugar, a su entorno. Y hay lazos históricos inmodificables.

Con una Dinastía gobernante que vive en dos planos (los Reyes míticos Tucman), el antiguo Tucumán ha dejado su sello indeleble. Más rápidamente se quebró en Sudamérica luego de la conquista, la imagen del Inca, que la de los Reyes Tucman.

Dentro de ese contexto puede exponerse el caso de Córdoba del Tucumán (ciudad hoy día argentina) y por ende su temática fantasmal. O su predisposición a esta transferencia de un plano a otro, como si una puerta estuviese abierta y es posible transitar con frecuencia por ella. Es una puerta abierta al mundo de lo desconocido, al mundo precolombino, tal como en las islas británicas este hecho procede del período “druídico”, es decir gálico.

Pero los fantasmas ingleses son trágicos. Los de Córdoba en cambio son cómicos, cordiales, coexistentes y jocosos. Comparten la vida presente de los cordobeses y en muchos casos, la determinan. La Pelada de la Cañada, el Lobizón de barrio San Vicente, el Dientudo, la Ramonita, el Fantasma del teatro Rivera Indarte. Aún hoy se los ve y las crónicas escritas desde la aparición de los diarios, hace dos siglos, ya hablaban de testigos que los veían..

¡ Son fantasmas Tucman !

Y en ese climax real e irreal, donde flotan de tiempo en tiempo sus fantasmas, Córdoba del Tucumán tiene su voz, sus juegos, sus tragedias. Su vida de cuatro siglos. El Calicanto reúne a los cordobeses de sur a norte y los arrulla, en su hilo de agua de las sequías o el torrente de sus crecientes.

Como un ángel tutelar, liberador de tragedias ecológicas (cual son las sequías) donde la merma del líquido elemento la convierte en un desierto, del cual la salvará siempre la llegada de los Reyes Tucman trayendo la selva tucumana que les pertenece. Para prodigar de nuevo a esta región la fertilidad, el canto de las ranas, las mariposas, el rocío, el colibrí, y la lluvia benefactora que hará florecer las pampas, las serranías y las champas con su luciente lozanía.

Y donde transita de tiempo en tiempo: “Algún enviado de los Reyes T K M N”. Esos fantasmas cordobeses que traen risa y buen humor,

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Alejandra Correas Vázquez

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