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EL DIAMANTE - NOVELA (quinta entrega)

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Mensaje  Alejandra Correas Vázquez Jue Sep 10, 2020 9:51 am

EL DIAMANTE
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NOVELA
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por Alejandra Correas Vázquez
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6) EL  DIAMANTE  SUSURROS

Un susurro continuo desvelaba a Rolando

—¡Qué quieres!— le gritó al fin

—“Anoche regresó el trueno sobre la sierra y unió las horas en su conmoción nocturna. Adentro estaba yo con mis niños buscando el sueño. Pero tu nombre danzaba en mi mente y a la mañana me levanté melancólica... Por ello he venido hoy a susurrarte”

—“Perdimos el Diamante... así fue, Alicia.”

Rolando semidormido tenía la cabeza apoyada en la almohada. Se volvía numerosas veces sobre la cama, de izquierda a derecha, pero el zumbido persistía.

—“¡Qué quieres!”— le insistió él nuevamente

—“Me has abandonado... Rolo”— respondió con su voz la joven manifestándose tras ese zumbido

—“¡No me seguiste, Alicia!”— contestóle él, en tono enérgico

—“Te hubiera seguido, pero no me llevaste”

—“No podía forzarte, debías hacerlo por ti misma, pero estabas adherida a ese círculo que nos ahogaba.”

—“Mi familia.”

—“Sí… Por aguardarte retardé mi partida. No una noche ¡Aquella noche...! sino más tiempo. Te aguardé lentamente, pero cada vez que te presentabas a mi lado traías un extremo de tu mano aferrada al círculo. Mi anhelo recibía sólo una parte de tu propio ser. Era un Diamante que sobresalía en pequeño espacio sobre la superficie.”

—“Son mis uniones familiares... a las que preservo”

—“Son tus tutelas. Tus encierros. Contigo me encontré de nuevo prisionero de un espacio cerrado, que yo había superado anteriormente, dejándolo atrás. Emociones agotadas que nuevamente caían sobre mí… por el delito de amarte”

—“Pero me has abandonado... nada cambia”

—“Sí. Sin duda. Pero estando juntos me transferías todos tus temores, oponías cientos de vallas… ¡Y yo me sumergí en el drama que transportaba desde lejos y deseaba superar ¡Y entre ambos dejamos que el amor ofrendado se disolviera en la nebulosa de los caminos!”

—“Mis vallas eran parte de una fortaleza familiar que creí importante preservar ¿Fue delito?”

—“Ya me lo dijeron anteriormente... Si. Sin duda, esas vallas son muy poderosas”— expresó Rolo con sorpresa

Sobre la atmósfera adormilada que lo rodeaba, la voz de su joven esposa se desvaneció dejando sólo un susurro. En esa semiinconsciencia Rolando creía entrever una luz diminuta, expulsando colores vivos hacia los costados. Cada color era una faceta del Diamante desparramada por el dormitorio, y él recogió aquellos talismanes preciosos, para comprobar que no lograba reunirlos a modo de reconstituir la joya de origen. El sueño le cubrió nuevamente los ojos, mientras su mano acariciaba el mensaje multicolor del Diamante.

—“Pero me has abandonado...”— volvió ella a susurrarle

—“Sí, sin duda. Tengo las manos llenas de partículas humanas. Las de cada mujer que me ha acompañado en este cuarto”— contestóle Rolo

—“Aquella mañana te vi partir. Fue un dolor instantáneo, inadvertido, un frío que corrió por mis entrañas, una angustia oprimida aquí en mi pecho… Ni luz. Ni noche. Ni recuerdos”

—“Comprendo todo Alicia. Fue duro ¿Pero podrías también comprenderme a mí?”

—“Lo intentaré ... a ello he venido a susurrarte entre la nebulosa del sueño. Deseo conservar nuestra intimidad.”

—“¿Intimidad? No teníamos intimidad, Alicia, ni privacidad”

—“Dos manos de mujer sola, abandonada, no me permiten recoger la energía de los rayos solares que cubren la serranía”— reclamó Alicia

—“¡Me dejaste partir solo, Alicia!”— gritó el muchacho en medio del ensueño

 —“No. Y no estás solo. Hoy llamó alguien a tu puerta”— susurróle de nuevo la voz de Alicia

—“¡Azucena! Tal vez su visita sea sólo un mensaje de tu lado”

—“No, lo sabes bien, Azucena no es hermana mía, sólo fue mi huésped. Hemos sido amigas, pero ella no tiene uniones”

—“No las tiene, pero mi presencia puede traerle también una sensación de cerrojo”— expresó él con firmeza

—“¿Cuál cerrojo? … ¿El hogar que ya no tenía y encontró entre nosotros, cuando perdió a sus padres es un accidente?”— contestóle ella muy airada

—“Y que puede ser una carga muy pesada ¿No lo has pensado?”

—“¿Cómo? ¿De qué forma?”

—“Cuando no es propio. Cuando se convierte en una deuda por falta de derechos. Cuando encierra”— expresóse Rolando

—“¡Ella es tan libre!”

—“La libertad de los huérfanos, Alicia. Pues Azucena dormía con ustedes, se vestía y se alimentaba, estaba obligada por una deuda que la ahogaba. Por ello no era libre ...ahora lo será”

—“¿Sabrá agradecer también?”

—“¡Qué corta es tu conciencia de la libertad! El ser llega desvalido al mundo, gimiendo e inválido con menos posibilidad que un potrillo. Es un gurí inerte y dependiente, incapaz por sí mismo de aprender a caminar o hablar. Luego crece y come. ¡Y ya no tiene más derecho a la vida!... pues más tarde se le cobrará con creces esa mercancía”

—“Al ayudarla no lo vimos de esa manera, éramos dos adolescentes”

—“Pero algunos, Alicia, reclaman una cuota mínima de derecho vital. Ya sea pequeña o grande, según los caracteres. Un soplo de propiedad sobre sí mismos. Hay quienes no quieren negarse a cumplir con su propio destino y lo reclaman con justeza ¿Crees que Azucena pudo amarlos?”

—“Le dimos amparo, en un momento difícil, debe reconocerlo”

—“Se trata de algo distinto, hablo de otro amor, el que talla un Diamante ¿Puedes advertirlo? Ella estaba allá con ustedes, cuando yo llegué para quedarme a tu lado. Vi la escena y su significado, pues ustedes no estaban obligados con ella. Pero Azucena en cambio, quedaba obligada con ustedes. Dura condición para comenzar la vida ¿Pudo amarlos ...libremente?”

—“¿Qué otra cosa podría ser? …Sólo reconocimiento”

—“Una carga muy pesada, que creo, ella ya cumplió. Las deudas tienen un final. Tienen un plazo. Caducan”

Y las imágenes de Rolando volvieron a llevarlo por los laberintos del ensueño. Deslizábase ahora por una planicie gris perla, entonada en celeste, como si el cielo de la media tarde se reflejara en ella.

—“Caducan. Todo caduca”— iría repitiendo como una sordina

Iban ellos dos, nuevamente, Alicia y Rolando juntos tomados de la mano, por la misma ruta. Y en cada brazo de sus derechas se asentaba una paloma. Cuando la primera paloma voló lejos de ellos... era la de Rolo.

Alicia no la vio, ella estaba contemplando su ave blanca y pura. No vio el brazo de Rolo ahora desnudo, no vio el camino que se bifurcaba. Y no lo vio a él, lejos suyo, buscando a su paloma prófuga.

Un enjambre de caras nuevas cubrió la visión de Rolando cambiando todo su escenario. Alguien le interpuso una rama, mientras un ombú gigantesco precipitóse a tierra con las raíces desgarradas, obligándole a buscar un atajo distante, un sendero nuevo sin viento y sin nostalgia.

Los caminos de ambos son ahora diferentes. Sus brazos ya no lucen palomas. Sus niños los miran y ellos son mariposas.

—“¡Me dejaste partir solo, Alicia!”— gritó él nuevamente

—“No me llevaste, Rolo, pero le abriste tu puerta a una visita”

—“Me han visitado aquí muchas amigas y no te olvido ¿Por qué insistes en esta visita?”

—“Porque adiviné al verla partir, que Azucena iba detrás tuyo”

—“Ella al recibir alimento, guantes de diversos colores, preciosas prendas para cubrir el cuerpo ...al recibirlas ¿No tenía ya Azucena más derecho a su identidad?”

—“Te expresas con mucho rigor”

—“La inversión fue buena, igual al porcentaje de los usureros ¡Error! Una generosidad sencilla, un acto pequeño, hubiese mantenido esa vida unida por el amor. Eran vestidos demasiado caros …¡Se anudaban como serpientes!”

—“¡Rolando! ... No queda más tiempo disponible para nosotros ¡Lo hemos agotado! Sigue durmiendo, pues yo no voy a susurrarte más. El sueño es más suave que mi voz”

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¡Siempre hay tiempo!... Mientras que el vacío de nuestra casa fue continuo. Dentro de ella se apagaron los ecos musicales de un amor que nos reunió entre las guirnaldas de los danzarines. Como máscaras de un carnaval añejo arrojadas sobre las baldosas del patio.

¡Y al amanecer nos contemplamos como dos extraños! Pues las risas dulces e ingenuas de nuestros niños, no nos devolvieron aquellos colores engañosos que nos fascinaron…

¡Y el anochecer nos halló caminando por la otra orilla!

¡Pero vendrá un nuevo tiempo! …Cuando el astro rey incline sobre cada uno de nosotros sus manos. Y la pupila brille junto a la corola con majestad de vida.

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Alejandra Correas Vázquez

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